18/11/2024

2 meses ago

Debates

¿Y, después de la COVID-19 qué?

25/09/2024

Autor/a:

Kelly Perneth

El virus más peligroso no es la Covid19, es el miedo.

Lo inesperado

Tras la confirmación del primer caso del virus Covid-19 en Ecuador, el 29 de febrero de 2020, muchas cosas cambiaron en el país. La detección de esta persona afectada no sólo significó verificar la sospecha, este como los demás llevaron al gobierno de su momento y los ministerios responsables a declarar la pandemia en Ecuador el 19 de marzo del 2020.

Algunas de las reflexiones en estos párrafos están hiladas por el dolor, la lucha y las ganas de darle la vuelta al miedo, estas son parte de las cotidianidades que atraviesan los andares y sentires-pensares de los senderos de re-existencia que habito. Acepté escribir en este número porque es una urgencia repensarnos el lugar del miedo en las existencias de corporalidades que los cis-sistema[s] ya han (des-) [echado], estas son: marikas, trans, travesti, negras, indígenas, migrantes, corporalidades discas y aquellas que viven con VIH.

El gran virus que se instauró en nuestras venas desde el 2020 fue, el miedo. En otras palabras, el virus se tradujo en una herramienta de control social y corporal, si tuviera que retratar lo que todxs tuvimos que vivir, lo definiría como: la estrategia del confinamiento no fue más que la fórmula perfecta para diseñar los cuerpos de sospecha en el marco de una pandemia algo muy parecido con las lógicas en cómo la medicina configuró a los cuerpos sidosos como sujetxs descartables. Michel Foucault, decía que, (…) El derecho a la vida o a la muerte siempre ha estado en manos del soberano (…). Este intento de ensayo no proveerá respuestas, este es un diálogo reflexivo con mi yo interno intentado des-cifrar lo que nos dejó la Covid-19. Por ello, siguiendo esta línea foucaultiana en términos del biopoder el estado aseguró la vida de (unos pocos), mientras que el resto tuvo que gestionar su auto- preservación.

La auto-preservación fue una premisa cargada de trampas o, como diría Audre Lorde, las herramientas del amo no desmantelan su casa[^1]. La primera herramienta del amo -que para este artículo será el Estado=amo- fue el miedo a partir de las lógicas de encierro. Este miedo no sólo instaura el temor al contagio de la Covid-19 sino que sus efectos trascienden al miedo por las personas el cual se incrusta en las subjetividades. La esperanza de vida se convertía en un privilegio y no un derecho público para todxs. La preservación estaba en juego cuando se trata de personas marikas, trans, travesti, negras, indígenas, migrantes, corporalidades discas y aquellas que viven con VIH. Algunos estudios realizados por organizaciones de la sociedad civil como Fundación Mujer y Mujer demuestran cómo dentro de los grupos sociales más afectados por la pandemia fueron las disidencias. Básicamente se demuestra la alta vulnerabilidad de las personas LGBTTTI+[^2].

Otra de las herramientas del amo fue el acceso a las vacunas, si bien en teoría éstas eran de carácter público en la práctica no solo recibimos la inyección de las vacunas desarrolladas por las grandes industrias farmacéuticas, lo que naufragaba en nuestros cuerpos era una dosificación del control y castigo. Aprendimos con cada vacuna en nuestro cuerpo cómo operaría la tecnología del control. Lorde no se equivocaba en afirmar que (…) las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo. Quizás nos permitan obtener una victoria pasajera siguiendo sus reglas del juego, pero nunca nos valdrán para efectuar un auténtico cambio.

Ngũgĩ wa Thiong’o en uno de sus textos, Descolonizar la mente, retrata muy bien cómo el proyecto colonial en África se basó en la lengua colonizadora para expandir y consolidar su proyecto europeo de colonización. Sin embargo, un gran aporte que realiza este pensador kenyata es que las personas interiorizamos la colonización en nuestras subjetividades. Cito a este pensador ya que es crucial comprender la gestión del miedo y cómo fue parte de estos 4 años seguidos de la declaratoria de pandemia. No obstante, no sólo fue el miedo: aprendimos a vivir con el olor de la muerte, sabíamos qué sabor tiene y ella rondó las vidas de tantas familias que ya no fue extraño. Por ello, los genocidios televisados no nos aterran ni estremecen la piel.

El siguiente fragmento se llama sin nombre (s) como un ejercicio metafórico para mencionar a todo aquello que sean personas o situaciones y los cis-sistemas no quieren dar un nombre. En este segmento habrá una suerte de retazos de los efectos de la pandemia y serán redactados así porque la intención no es que haya un orden cronológico, el objetivo principal es [enunciarlo] para no olvidar.

Algunos de estos retazos

Personas fallecidas, una cifra que se extiende a miles y miles, pero por el otro lado, un gran puñado de esa masa que sobrevivió vive con miedo porque entendió que era la manera de sobrevivir. Sin embargo, de ese número de personas hay quienes ahora son in-capaces de salir a la calle porque sus cuerpos quedaron enfermos y el virus nunca se fue, solo mutó, solo que ante este nuevo virus [el control] no hay vacuna solo control, más control y castigo.

Disidencias y mujeres asesinadas, cerca de cada dos días y medio en Ecuador hay un feminicidio o transfeminicidios. La cifra, en lo que va del 2024, en 108 mujeres e incluye a mujeres trans asesinadas. Los datos desde 2014, año en que se tipificó el feminicidio como delito en el Código Orgánico Integral Penal (COIP), dan cuenta de al menos 1,812 mujeres, niñas o adolescentes asesinadas violentamente por razones de género en Ecuador[^3].

El 2021 la Corte Constitucional aprueba el aborto en caso de violación para mujeres y personas con posibilidad de gestar. Este pronunciamiento es solo el reconocimiento de la acción callejera de feministas y disidencias que por años han denunciado una política de Estado patriarcal y transfóbica a la hora de hablar de aborto. Cada 60 de 100 mujeres en Ecuador han sufrido de violencia de género, de esta cifra 33 de cada 100 han sufrido violencia sexual y, 43 de cada 100 han sido víctimas de violencia en su entorno familiar, y sí a esta cifra le hacemos preguntas e indagamos por las [personas sin nombre ] vamos a notar que las disidencias solo fueron nombradas por el Estado y una sociedad que no reconoce otras formas sexo- afectivas y sanciona la posibilidad de pensar en la gestión como un acto de autonomía y usurpar el espacio de la familia heteronormada cuando se trata de disidencias.

Los retazos no terminan, Abya Yala experimenta la avanzada más radical de un movimiento anti derechos y Opus Dei. Este movimiento trae consigo una agenda anti mujeres, aborto, derechos para personas LGBTTTI+, trabajo sexual y otras. Lo más paradójico de esta agenda es que tienen mucha similitud con las mal llamadas [feministas radicales trans excluyentes] las cuales tienen una agenda anti- trans y abolicionista del trabajo sexual. En teoría actúan por separado, pero guardan mucha relación en su propuesta política. El giro antiderechos no estuvo alejado de los estados y como a su vez la cruzada de la derecha invadió al Sur Global.

La Covid- 19 intentó propagar en cada una de sus vacunas la sospecha por el otro, ratificar que la distancia ya no solo eran los 2 metros por personas en cualquier lugar si no que este debía ser un modo de vida. No obstante, no fue así. El dolor y la lucha fueron la respuesta. En otras palabras, la organización fue la respuesta de allí, el paro de junio del 2022 y la memoria de viva que “solo el pueblo salva el pueblo”, pero, en este caso lo invertimos y el pueblo también es marika y la respuesta nuestra es: re-existencia y auto-preservación marika.

Para cerrar

Esta Covid- 19, luego de sus efectos más devastadores, no podía seguir siendo la cortina de humo para ocultar las mayores crisis carcelarias del país, porque estas solo dejaron en evidencia que el derecho a vivir como bien público era un privilegio para pocos. Las cárceles siguen siendo las alcantarillas que encierran a los proyectos frustrados del Estado y las corporalidades que materializan su discurso de miedo. Esta pedagogía de miedo es tan profunda que, la muerte sigue siendo parte de los días, ahora espectacularizada mientras personas negras en Esmeraldas y el Congo mueren por la lógica neo-colonial de extracción de los recursos y Palestina afronta el peor de los genocidios, pero lo vemos en las pantallas como una serie con varias temporadas en Netflix.

En medio de todo, el dolor es el motor de la organización y la muerte la memoria viva de quienes estuvieron en la primera línea. Y, el virus sigue mutando.

Referencias bibliográficas