¿Desde dónde partimos para pensar en la caricatura y en su significado en el arte, en la cultura, en la comunicación y en el debate público?
Podríamos decir que la caricatura está muy apegada a la creatividad. Sin creatividad la caricatura sería mera ridiculización de una fotografía o un retrato. Y, al mismo tiempo, la caricatura, en su más profunda concepción, debe entenderse desde una estética filosófica.
Cuando se aborda el “estado de la caricatura” en Ecuador no tenemos referencias o menos aún espacios desde los cuales hacer la crítica o la conexión. De hecho, hay poco debate al respecto porque la confusión misma de qué es la caricatura y a qué sentidos apela un tema de esta naturaleza ha desaparecido o se restringe a estrechos círculos de amigos o estudios muy aislados de universidades y/o de trabajos de cuarto nivel universitario.
Si colocamos la reflexión desde la estética filosófica no es para darle un nivel abstracto sino para entender mejor por qué tenemos lo que tenemos y por qué no entendemos lo que tenemos, para bien y para mal. Pues la “gran discusión”, así entre comillas, está asentada en los caricaturistas y sus posturas políticas, sus alineamientos con las disputas, pero no necesariamente si con sus trabajos han desarrollado un “corpus” de lo que podríamos llamar “Caricatura ecuatoriana”.
Claro, en gran medida, como ya pasa en todo, la coyuntura manda, la política ordena y desordena esos debates, pero no estaría mal pensar que cierta crisis de la caricatura ocurre por esa falta de reflexión, por el desarrollo de la tecnología y, por supuesto, por los soportes y medios en los que se difunde, amplifica o posiciona como arte, no solo como panfleto, como muchos quieren verla.
Por eso queremos que en PÚBLICOS se genere este espacio de diálogo para debatir sobre este “oficio”, sus procesos y el impacto que tiene en la sociedad. Pero sobre todo porque los lenguajes de la caricatura están en desarrollo sin perder su esencia, el significado de una imagen para potenciar un relato, una descripción de la realidad desde otras miradas y, también, para abrir un pensamiento más condensado de un acontecimiento puntual o trascendental.Incluso, hay que discutir los parentescos -que hoy se perciben mejor- de la caricatura con la historieta, con el cómic y los audiovisuales animados. Y si no son parentescos, permiten entender que hay algo más que lo que conocemos como caricatura, apegados a lo que veíamos hace unos años en los periódicos y ahora en las redes sociales. Incluso, si de alguna crisis hablamos es que la caricatura ya no se ve porque ya no se leen ni se venden periódicos como antes o porque las publicadas en redes sociales son efímeras o evanescentes ante la abrumadora “infoxicación”.
por Públicos
Revista de artes y pensamiento