Cuando en Ecuador hablamos de teatro, es imposible no pensar en el rostro y la voz poderosa de María Beatriz Vergara, una artista con más de 40 años de trayectoria. Actriz, dramaturga, directora de teatro e historiadora, se define a sí misma como una «teatrera». No solo conoce el teatro desde la actuación, sino también como creadora, técnica y gestora de espacios culturales.
Me recibe con cordialidad en la Sala Zero no Zero, ubicada en la Casa de la Cultura Ecuatoriana. Realiza un recorrido breve por los espacios, revisa el lugar en el que tendremos la entrevista, chequea las luces, los asientos y comenzamos a conversar.
Reflexionamos sobre el tema central de esta entrevista: “La violencia y sus estéticas”, sobre lo complejo que siempre es tratar el tema y, no se diga ahora, que todo pinta mal y parece que no mejorará, por lo menos no tan pronto.
“La violencia, como relato, ha sido recurrente en mi vida. Mis obras tratan sobre la migración, los desaparecidos, temas de género y todas las violencias implícitas al abordar y profundizar cada uno de estos temas. También me he sentido agredida por el sistema, por el no reconocimiento, por el intento constante de anular a las personas, la historia, el pasado”, señala María Beatriz.
Acota que los años y la vida pasan, pero en ese transitar se abre el camino para las nuevas generaciones, y ese proceso es parte de la vida. Pero también es enérgica al indicar que hay muchas generaciones de artistas y creadores, con su vida dedicada a la cultura, a quienes se los trata como obsoletos, sin reconocer el trabajo y menos su trayectoria, dejándolos en el abandono y eso es violencia.
En esta reflexión ¿cuál es el rol del público con el artista y su obra?
El arte está conectado con el público, siempre esperamos retribución, no necesariamente económica, esperamos que el público asista, esperamos sus aplausos, esperamos que la obra llegue, y cuando las salas que siempre estuvieron llenas se van convirtiendo en medias salas o salas vacías, es allí cuando sientes el abandono. El actor y la actriz tienen la necesidad del reconocimiento, de que sus obras -nuestras obras- generen empatía, conecten con el público. El trabajo del artista siempre tiene una intencionalidad.
Entre risas María Beatriz dice:
A mí la tragedia me encanta actuar, pero cuando escribo tengo una tendencia hacia la comedia”. Cuenta que ha tenido experiencias gratas en ese sentido, que, pese a lo complejo de los temas, ha conectado con el público. La reflexión y autocrítica han sido valiosas y bien recibidas como en el caso de la obra “Mujer de Cascarón”, pero también tiene experiencias y que muchas veces el tema ha ido hacia el drama, es el caso de “Antígona Sudaxa”, es una obra que se volvió drama, no había manera ni quería hacerlo de forma distinta.
La problemática de los desaparecidos es tan terrible, me impacta tanto que, definitivamente, salió un drama y es un drama que te envuelve poco a poco. Estos temas que se tratan desde el arte, desde el teatro, principalmente, son problemas sociales, problemas que nos golpean todo el tiempo; pero que muchas veces nos quedamos solo en las noticias, noticias desechables. En el teatro se recogen estas historias y se cuentan desde un relato distinto, donde uno se acerca mucho más a la intimidad de la madre, del hijo, de ese silencio que a veces no entendemos.
¿Cómo asumir el no reconocimiento, la indiferencia?
La indiferencia ya no es una falta de entendimiento, de relación de empatía con un tema. La indiferencia es una forma de vida a la que nos vemos abocados, muchas veces, incluso por las redes sociales. El inmediatismo es tan brutal, ¡tan brutal!, que vos puedes presentar una obra con un motivo desgarrador, puedes tener a todo el público llorando media hora, y después ya nadie se acuerda, porque vivimos una época inmediatista. Nuestro trabajo como artistas es insistir para sembrar, no en la mayoría, sino en uno o dos un grado de consciencia.
Ser artistas es querer estar de este lado del escenario, expresar, poner los temas difíciles sobre la mesa. Ser teatrera en el mundo, y más en este país, es casi optar por una situación precaria, por joderte la vida, no saber de qué vas a comer mañana o si vas a tener plata para curarte, o sea, es joderte la vida, y aún así hay gente que opta -que optamos- toda la vida por hacer esto.
Y, ¿cómo seguir adelante?
No hay que negar ninguna de las dos cosas, o sea ni lo que viene de atrás, con todo un bagaje de experiencia, ni lo que viene de nuevo con un bagaje de creatividad y de innovación, creo que si unimos esas dos cosas puede haber un camino interesante, vivir y convivir con empatía, respeto y con un aprendizaje constante.
por Públicos
Revista de artes y pensamiento