Cultura en crisis o la cultura de la crisis: los museos en transigencia

25/12/2024

Autor/a:

por Michelle Andrade

Vivimos en un mundo acelerado donde la televisión, las redes sociales y la inmediatez digital han transformado la forma en que experimentamos las emociones, el conocimiento y la vida misma. En este contexto, las instituciones culturales, en particular los museos, enfrentan un desafío existencial: ¿cómo mantenerse relevantes en una era que privilegia lo instantáneo sobre lo reflexivo? Para muchos, los museos han entrado en una crisis profunda o, peor aún, han perpetuado una cultura de la crisis que amenaza con desdibujar su propósito original.

Los museos, como los conocemos hoy, no siempre existieron. Sus raíces se encuentran en los gabinetes de curiosidades del Renacimiento, espacios donde se acumulaban objetos raros y exóticos para mostrar poder, riqueza y dominio sobre el mundo. Más tarde, con el auge del colonialismo, estas colecciones se expandieron mediante el saqueo y la apropiación de bienes culturales de las naciones conquistadas, consolidándose como símbolos de hegemonía.

En sus primeros siglos, los museos se percibían como almacenes de objetos, pero con la Ilustración surgió una nueva visión. Los ideales de esta época promovieron el conocimiento como herramienta para el progreso humano, y los museos se transformaron en espacios donde se construían narrativas históricas, científicas y culturales. Fueron concebidos como lugares para pensar el mundo y, en cierto sentido, reinventarlo.

Sin embargo, esta evolución no estuvo exenta de contradicciones. Los museos eran, y en muchos casos siguen siendo, instituciones profundamente arraigadas en estructuras de poder y exclusión. Su enfoque tradicionalmente elitista excluyó a amplios sectores de la población, perpetuando desigualdades sociales y culturales.

Un intento por redefinir el papel de los museos en 1972 se da la Declaración de la Mesa de Santiago. Este documento marcó un hito al proponer que los museos en América Latina debían ser más que custodios de objetos: debían convertirse en agentes activos de cambio social, profundamente conectados con las comunidades que los rodeaban.

La declaración abogaba por un modelo de museo inclusivo, educativo y transformador, en sintonía con las realidades locales. Este enfoque reconocía que los museos tienen el potencial de ser espacios de reflexión crítica, lugares donde se exploren las problemáticas contemporáneas desde una perspectiva histórica.

Sin embargo, más de 50 años después, este espíritu parece haberse diluido en muchas instituciones. En ciudades como Quito, los museos enfrentan una desconexión creciente con sus comunidades, optando por modelos que priorizan la espectacularidad y el entretenimiento sobre el compromiso social y educativo.

Hoy, pensar en los museos como espacios de resistencia parece un acto casi revolucionario. En un mundo donde la inmediatez y el consumo rápido dominan, los museos tienen dificultades para competir. Esta desconexión no solo se debe a los cambios tecnológicos, sino también a una falta de adaptación interna.

Muchas exposiciones carecen de profundidad crítica y se limitan a presentar información superficial sin establecer vínculos significativos con el público. En lugar de ser espacios que incomoden, cuestionen y transformen, los museos a menudo se conforman con ofrecer experiencias estéticas pasajeras.

La centralización de los museos en zonas específicas, como el Centro Histórico de Quito, agrava este problema. Mientras esta área cuenta con una concentración de instituciones culturales, otras zonas de la ciudad, como el sur, carecen casi por completo de infraestructura cultural pública. Este desequilibrio refuerza las barreras de acceso y perpetúa la percepción de los museos como espacios elitistas y ajenos a las realidades de la mayoría de la población.

Un ejemplo ilustrativo es una conversación con un familiar del sur de Quito. Al preguntarle si había visitado algún museo, respondió que nunca lo había hecho. Este comentario refleja una realidad preocupante: para muchos, los museos no solo son físicamente inaccesibles, sino también culturalmente irrelevantes.

A pesar de este panorama, existen ejemplos que demuestran el potencial de los museos cuando se replantean su rol. Uno de ellos es el proyecto Divas de la Tecnocumbia, realizado en 2003 por el Museo de la Ciudad. Este proyecto abordó el género musical desde una perspectiva histórica y social, rompiendo con los esquemas tradicionales del museo al visibilizar una expresión cultural popular. Conectó con audiencias que rara vez se sienten representadas en estos espacios. María del Carmen Carrión, en su texto “Divas de la tecnocumbia: propuestas, riesgos, obras”, planteó una pregunta crucial: ¿Cómo puede el museo acercarse a una práctica viva sin necesidad de congelarla?. A partir de esta reflexión, surge otra interrogante: ¿Cómo pueden los museos conectar con el presente y generar relaciones significativas con las comunidades actuales y sus identidades?

Otro caso notable es la reconceptualización del Museo Nacional del Ecuador en 2018. Aunque ampliamente criticado, este proyecto buscó repensar las narrativas históricas y cuestionar cómo entendemos nuestro pasado en diálogo con las realidades del presente. El trabajo con el equipo educativo implicó retos significativos, como encontrar formas de acercarse a diversos públicos y narrar historias que resonaran con la memoria, las experiencias de vida y la cotidianidad de las personas. Durante este proceso, las conversaciones internas entre el equipo revelaron la riqueza de las identidades diversas, pensamientos distintos y el compromiso por generar reflexiones críticas entre los visitantes.

Estos ejemplos evidencian el potencial transformador de los museos, pero iniciativas de este tipo son cada vez más escasas. En Quito, la mayoría de los museos han optado por fórmulas seguras y repetitivas, reciclando exposiciones y procesos educativos. Este enfoque deja de lado la innovación, la investigación rigurosa y, sobre todo, la posibilidad de crear momentos, exposiciones y experiencias verdaderamente transformadoras. En lugar de iluminar las sombras, muchos museos han decidido permanecer en la comodidad de lo conocido, perdiendo oportunidades para generar cambios profundos en la sociedad.

La crisis de los museos no se limita a su desconexión con el público. También afecta profundamente su funcionamiento interno. La burocracia, la precarización laboral, los recortes presupuestarios y las condiciones de trabajo injustas son problemas estructurales que limitan la capacidad de los museos para cumplir con su misión. Pero también limita la capacidad de pensar de los espacios y sus funcionarios, sin permitirles a los museos seguir resistiendo en un mundo que cada vez corre más rápido. Los trabajadores culturales, quienes sostienen estas instituciones con su esfuerzo diario, enfrentan una enorme carga emocional y económica. Esto no solo afecta su bienestar, sino también la calidad y el alcance de los proyectos que pueden llevar a cabo.

El futuro de los museos: transformación necesaria

A pesar de este panorama desalentador, los museos tienen un enorme potencial para convertirse en agentes de cambio social. Pero esto requiere una transformación profunda, tanto en sus estructuras internas como en sus discursos y prácticas.

Los museos se han replanteado tantas veces su rol en la sociedad, que es momento de ir del escrito, de la palabra a la acción y empezar a generar preguntas, reflexiones y acciones críticas sobre el presente y el futuro. Esto implica abordar temas urgentes como la violencia, el racismo, la desigualdad y la crisis ambiental, en otros temas, conectándolos con las historias y experiencias de las comunidades, es irreal seguir pensando en exposiciones en donde priman las nociones estéticas y no abordar problemáticas, donde se piensen y se reflexione sobre las estructuras en las que nos encontramos inmersos.  

También es fundamental trabajar en la descentralización de la cultura, llevando los museos más allá de sus sedes físicas y acercándolos a las comunidades que históricamente han sido excluidas. Proyectos como las mediaciones comunitarias y las actividades extramuros son un paso, pero deben ampliarse y fortalecerse para tener un impacto real y preguntarnos ¿Qué mas pueden hacer los museos?

Museos como espacios de resistencia

La pregunta persiste: ¿están los museos en crisis o han creado una cultura de la crisis? La respuesta no es sencilla, pero lo que está claro es que el cambio debe comenzar desde adentro, se debe incendiarlos desde su origen y raíces. Los trabajadores culturales tienen la responsabilidad de liderar este proceso, humanizando los objetos y conectando las historias que albergan con las realidades del público.

Si los museos no logran incomodar, inspirar y provocar reflexiones profundas, estarán condenados a perpetuar su desconexión con la sociedad. Pero si se atreven a romper con las estructuras rígidas y a enfrentar las preguntas difíciles, podrán convertirse en los espacios críticos e inclusivos que nuestra época demanda.

por Michelle Andrade
Historiadora y curadora

Artes y pensamiento