Nos encontramos en una plataforma virtual porque, a pesar de haber compartido otros espacios personalísimos, hacer una entrevista vis a vis resultó complicado de cuadrar.
Son la segunda generación de hacedores de camino para revivir el patrimonio material e inmaterial en Quito, y sin lugar a dudas, uno de los espacios más representativos, y tal vez poco promocionados, del Ecuador.
Entre redes sociales, tocadas en vivo, realización de talleres y una apasionada y rigurosa, pero no estresante investigación, el Taller La Bola desarrolla sus actividades y propuestas desde hace treinta años.
Como nos encontramos frente al brillo de una pantalla en lugar de estar mediados por una mesita con café (o de té o de alguna bebida espirituosa), solo alcanzo a ver que está en la sala de su casa, apoyado en un cojín blanco con cuadros azules.
Hijo del fallecido restaurador y músico Luis Oquendo Robayo, Nicolás nos aproxima de manera ligera pero no a la ligera, al legado histórico y de la memoria social que se sostiene en el Taller La Bola. Antes de continuar, abro un paréntesis para acordarme, como decía una gran amiga, que en Quito, Ecuador y el mundo, el arte y las expresiones culturales en general se sostienen desde las familias (tradicionales y no tradicionales), situación que no es un pecado ni un atentado a la democracia, sino una realidad, simplemente tal cual.
Le comento que haré solamente unas pocas preguntas, sabiendo de por sí (intuitivamente) que sus respuestas serán a detalle, y le digo: ¿Cuál es la trayectoria del Taller La Bola? ¿Hace cuánto se conforma? ¿Y cuál es la situación actual del taller?, y me dice:
El Taller La Bola está conformado por cuatro miembros principales: Ada Oquendo Pozo, Miguel Oquendo Pozo, Ximena Pozo López, y mi persona, Nicolás Oquendo Pozo. Somos el grupo núcleo del Taller La Bola y, además, contamos con el apoyo de músicos muy importantes como Germán Mora y Leonardo Santillán, quienes son parte fundamental. Junto a ellos, tenemos un grupo de personas que rotan en las actividades del taller, ampliando las actividades según cada proyecto que se realice y las necesidades que se presenten.
El Taller La Bola, nace hace treinta años con un interés de ejecutar proyectos en los que la educación y el arte estén vinculados, entonces, por un lado la interdisciplinariedad de diferentes áreas del arte como música, pintura, danza, poesía o literatura, restauración y otras partes técnicas como antropólogos o sociólogos, bueno quienes no más no han venido a pasar por el Taller La Bola.
En 1994 el primer show fue “La Piedra, un viaje musical al centro del magma”, que fue realizado en el Teatro Politécnico junto a varios artistas de esa época y el interés era demostrar que la educación también puede ser divertida, puede ser lúdica, puede ser dinámica – participativa, precisamente el enfoque del grupo.
A partir de ello se fue desarrollando durante varios años actividades bajo esta misma consigna; más adelante Luis Oquendo, que fue restaurador de metales arqueológicos del Banco Central del Ecuador, junto con Manuel García, crearon el área de restauración de metales arqueológicos dedicando (Luis Oquendo) veinte años de su vida a este estudio, por lo cual pudo conocer la riqueza que existía en las culturas precolombinas, sobre todo en el ámbito técnico y científico para trabajar los metales como el oro, la plata, la tumbaga (aleación de oro, cobre, y en algunos lugares inclusive de plata perteneciente a la orfebrería indígena del Centro y Sur América), el platino, el cobre. Es necesario destacar que el platino fue trabajado aquí en el año cero en la cultura La Tolita, sabemos por los registros que en Europa recién fue trabajado en 1600, porque requiere de unas capacidades técnicas muy específicas; en ese contexto, Luis Oquendo, tiene la posibilidad de relacionar y entender la magnitud del conocimiento de estos pueblos originarios.
Pasamos a la anécdota simiente…
Un día en la reserva del museo el curador Vicente Sierra le dijo: oye tú que eres músico, te reto, toca una ocarina, Luis Oquendo, al cuestionarse sobre el tipo de instrumento tan chiquito, asume el reto y al tocarlo, se enamora de él. A partir de este momento durante veinte años desarrolló una colección privada de treinta y dos instrumentos precolombinos (donados), para estudiarlos y cambiarles el uso de bienes contemplativos patrimoniales a instrumentos musicales.
A partir de este momento se investiga poco a poco cada bien (instrumento), decantando además en una búsqueda de superar el concepto vinculado al menosprecio y a los constructos sociales con visiones eurocentristas, donde se etiqueta a estos instrumentos como desafinados, o donde se les decía que imitaban a los pajaritos, o que los instrumentos eran pobres.
Fruto de esta investigación (que continúa) vamos viendo que en la ciencia organológica, hay avances técnicos que nos sorprenden hasta la actualidad; y con este contacto directo con los bienes, Lucho Oquendo, pudo crear una metodología especializada de interpretación, y sacar el máximo de su potencial.
La colección del Taller La Bola, al no estar circunscrita necesariamente a la institucionalidad, pudo superar limitaciones de investigación, cambiando su estatus cuantitativo (parecería una colección pequeña) a un estatus cualitativo; ahora los instrumentos suenan y emanan melodías.
Junto a ellos (los instrumentos precolombinos), mis hermanos y yo, mientras crecíamos, fuimos viéndolos, estudiándolos, tocándolos, y aprendiendo este método para poder llevar esta herencia, interpretando música del género audaz urbano (denominación del Taller La Bola), que es música que incluye sonoridades ancestrales, étnicas y contemporáneas, con diferentes géneros, principalmente vinculados a los ritmos tradicionales del Ecuador. Hemos hecho de todo, algo de salsa, hip-hop, afro, es realmente interesante porque estos instrumentos se pueden acoplar a lo que sea. Manteniendo la intención de acople, se pueden integrar con cualquier otro instrumento, entonces esa es una parte.
El Taller La Bola, desarrolla varias propuestas, como conciertos, grabación y creación musical, talleres pedagógicos, proyectos culturales de índole educativo y vinculados a las comunidades originarias, con el sentido de que podamos disfrutar este derecho de conocer tanto la historia, como el patrimonio, ante lo cual hemos desarrollado nuestro trabajo con la consigna del patrimonio vivo, para que la gente pueda acercarse al patrimonio tanto tangible como intangible y fomentar ese interés en la gente.
Desde una profunda admiración sigo preguntando…
¿Quiénes han transitado por el Taller La Bola? ¿Por qué se denomina la bola?
El nombre, empezando por la palabra taller, se relaciona con la conciencia de mi padre que siempre decía que en el taller es donde ocurre la magia, donde lo teórico se vuelve práctico, y eso es muy importante, porque le da vida a las investigaciones para que no se queden solo en el papel y pasen al ejercicio y a la acción; el taller es el lugar donde se comparte información, donde se intercambia y donde se trabaja. La bola, tienes dos sentidos: uno la parte de la jerga, porque en los noventas no se utilizaba la jerga para nada, y cuando se refiere a la bola, es una unión de gente, ya llegó la bola de gente, ya llegó la bola de artistas… en ese sentido usar la jerga la bola, para integrar, para hacer referencia a la comunidad, la colectividad y la fuerza que puede producir la suma de voluntades; y por otro lado, mi padre al referirse a la bola, el círculo decía, (esbozando una gran sonrisa) si no sabemos dónde iniciamos, peor vamos a saber donde terminamos, porque es una situación de estar en movimiento, la bola es algo que reúne. Si analizamos la iconografía del círculo, tiene mucho que ver con lo sagrado y la deidad, por ejemplo, el cuadrado tiene que ver con la relación de la tierra, del humano; y el círculo siempre tiene que ver con esa relación con lo divino. También la bola en su parte integradora es poder vernos al mismo nivel.
Respecto de quienes han transitado por el Taller La Bola, podemos hablar de la maestra Rosa Mosquera, que es de la compañía de danza Oshun; hemos trabajado con el maestro Limberg Valencia; el maestro Álvaro Rosero de Tambores y Otros Demonios; hemos hecho colaboraciones con comunidades como Los Pingulleros de Alangasí; con gente de La Merced, de Conocoto, de Chimbacalle; con otros pueblos hemos trabajado con la comunidad Karão Jaguaribaras, de Brasil. En relación con el trabajo desarrollado con propuestas más contemporáneas, con Mugre Sur, con Disfraz, Fabricante, la Mafia Andina, Mauricio Proaño. Respecto de investigaciones hemos trabajado con Juan Mullo, Estelina Quinatoa, el arqueólogo Alex Castillo, Diego Coronel y bueno en realidad la lista se vuelve bastante extensa porque el trabajo es permanente.
El Taller La Bola se constituye como un espacio de permanente creación, estudio, investigación y acción, conversando fuera de la entrevista con Nicolás, nos da un abrebocas de una estancia en Chile y la realización de colaboraciones (no anunciadas y nos da la exclusiva) con el museo de Arte Precolombino de Chile; el investigador José Pérez de Arce y el colectivo La Chimuchina; la Fundación Creciente; y, otros espacios. En voz de Nicolás, una parte importante de la proyección del Taller La Bola, es seguir el hilo conductor americano, continuar con el desarrollo de propuestas educativas hacia las infancias y las adolescencias y superar las barreras de la burocracia independiente (adaptar las propuestas de acuerdo a las convocatorias institucionales). Seguimos platicando y me empieza a contar del libro que están construyendo para difundir la metodología de interpretación de instrumentos precolombinos y de otros tantos sueños y proyectos, pero eso será motivo de otra redacción.