18/11/2024

2 meses ago

Debates

La ciudad postpandemia: entre lo racional-tecnológico y lo poético-hospitalario

25/09/2024

Autor/a:

María Elena Cruz Artieda

¿Lo que fue, ha sido? ¿Los hechos tuvieron el valor que les presta la memoria? (Gaston Bachelard)

Una ciudad es un imaginario donde circulan una multiplicidad de relaciones a veces antagónicas, y en ocasiones armónicas. La narración urbana implica un “ser urbano” que vive la ciudad en atención al paisaje natural, a los edificios, a las calles y avenidas que están cargadas de símbolos y alegorías.

Cada ciudad posee un espíritu y una tensión creativa que permite una comprensión acerca del mundo. Así, la experiencia de la ciudad (sea como viajero, sea como poblador) es una apertura a modo de abanico en dimensiones que alimentan el día a día del transeúnte, del ciudadano, del turista.

Estas dimensiones “imaginan” sentidos que otorgan a los seres humanos perspectivas de observación. Por eso se puede apreciar la ciudad como espacio de razón, donde el orden, la planificación y la tecnología reflejan el avance de la razón científica. Las ciudades contemporáneas son manifestaciones del poder de la ciencia para transformar la naturaleza y crear entornos controlados y eficientes. Aquí, la razón científica se encarna en la arquitectura, la ingeniería y el urbanismo.

Asimismo, se puede apreciar la ciudad desde un tipo de razón más sensible, poética que, según G. Bachelard (2020) revela aspectos del ser y del mundo que escapan al análisis racional e invitan a mirar el espacio -de la ciudad- de modo íntimo. Consecuentemente, la ciudad no es solo un espacio racionalizado, también es un espacio lleno de significados simbólicos, recuerdos y emociones. Las calles, plazas y edificios pueden evocar imágenes poéticas que conectan al habitante con su pasado, con sus sueños y aspiraciones.

La ciudad, entonces, se convierte en un "texto" que puede ser leído racionalmente y poéticamente, revelando capas de significado: desde su función práctica-superficial y más allá de esta donde habita el alma-lo profundo.

¿Qué pone en crisis a una ciudad? Pero si la casa es un valor vivo, es preciso que integre una irrealidad. Es necesario que todos los valores tiemblen. Un valor que no tiembla es un valor muerto. (Gaston Bachelard)

La complejidad de sentidos que habitan en una ciudad puede verse afectada por varios motivos, entre ellos, la enfermedad, la violencia y la muerte. Así, A. Bartra manifiesta que:

Las enfermedades, sobre todo las epidemias y pandemias… ponen en crisis a la sociedad no solo al rebasar su capacidad inmediata de respuesta sino también al evidenciar injusticias y contrahechuras por las que el mal y sus secuencias socioeconómicas son mayores de lo que podrían ser y se distribuyen de manera vergonzosamente desigual… Las pandemias deben ser vistas como revulsivos sociales globales. (Bartra, A. 2022. Exceso de muerte, FCE, p.39).

Del hecho fáctico -pandemia ocasionada por el virus SARS-CoV-2- que sufrieron las ciudades desde 2019-2022, se desprende una crisis que mostró múltiples vicios que existen en la vida cotidiana que, al convertirse en rutina, casi nadie los ve, mucho menos los piensa.

Con la pandemia se puso en evidencia el resquebrajamiento del orden social, se hizo público lo impensable dentro de ciudades construidas sobre la base de un sistema económico-político que se sostiene en el progreso y en la libertad del individuo como mito que no se cumple pero que persiste en busca de condiciones que la hagan posible. El sistema de salud público y privado no estuvo preparado para afrontar este acontecimiento, decenas, cientos y miles de personas entre ricos, clase media y pobres contagiados y deshechos por la Covid-19 simplemente murieron ahogados en las veredas y en las calles porque no hubo camas y oxígeno en los hospitales y clínicas.

Afloraron los sentimientos de incertidumbre, indignación, miedo frente a un hecho que llevó al límite a la sociedad, particularmente en las ciudades donde el hacinamiento y la contaminación fueron medios de propagación del virus de modo acelerado.

Desde la institución del poder, es decir, desde los distintos gobiernos, iglesias, sociedad política se dio inicio al intercambio de acusaciones con altas dosis de culpabilidad; su actitud inmediata frente al virus fue bochornoso e inmoral: buscar un culpable a como dé lugar, hallar al “chivo expiatorio” para que la población apunte hacia este la violencia que no es sino la expresión del odio y de la confusión.

Sin embargo, y haciendo caso omiso a la necedad del poder, la solidaridad también se puso a flor de piel entre las personas. Los profesionales formados en medicina se hicieron presentes y tratando de esquivar el miedo y el horror a la muerte brindaron sus conocimientos a la gente que padecía los sufrimientos propios de la enfermedad. Muchos murieron, pero los sobrevivientes se adaptaron a reglas ligadas a fomentar una disciplina inusual como fue el uso de la mascarilla y el confinamiento por el bien común.

Las ciudades quedaron vacías, los parques, plazas, avenidas y calles solitarias se convirtieron en la muestra de la desolación. Estas vivencias transfiguradas en imágenes dieron la vuelta al mundo a través de la tecnología digital que cobra forma en las pantallas.

A pesar de la tragedia, o quizá para apaciguarla, también se logró escuchar las “voces” de los que rutinariamente no tienen voz: los animales -pájaros, osos, lobos, monos, entre otros- sorprendidos de la ausencia humana decidieron aparecer y muchos fueron testigos del vaciamiento en las ciudades y aprovecharon para conocerlas también sin el temor a ser heridos o muertos por los humanos. Asimismo, las personas sin lugar -los refugiados, los marginales- cuyo destino es huir de la miseria de sus estados o porque están en guerra o porque los políticos les han saqueado, se hicieron presentes para que todos los miremos en su “desnudez”.

Estas experiencias extraordinarias nos llevan a preguntarnos cómo reconstruir el imaginario de la ciudad postpandemia.

La ética del cuidado y el valor de la hospitalidad en la gestión de una ciudad: la postpandemia El cuidado es la esencia de todo lo que existe y vive. Necesitamos hacer una revolución del cuidado si queremos salvar la vida del planeta. (Leonardo Boff)

Boff en su libro “El cuidado esencial” (2002), menciona que el cuidado es un compromiso que emana de la necesidad de accionar la solidaridad para fomentar el respeto, la empatía hacia los demás seres humanos y la naturaleza.

De este modo, aplicar la ética del cuidado a una ciudad puede tener un impacto significativo tanto en la planificación como en la gestión de la ciudad: priorizar la armonía de la convivencia fomentando espacios públicos seguros y acogedores a través de la construcción y mantenimiento de parques, plazas y áreas de recreación que armonicen la lógica racional con la poética implica reflexionar en una arquitectura con diseños ecológicos, inclusivos, comunitarios y justos.

El cuidado se expresa en la hospitalidad, que no es sino el acto de acoger con alegría y responsabilidad al “otro” para darle una morada. La ciudad es precisamente una morada multifacética que, en armonía con la naturaleza, debe fomentar relaciones sociales saludables que hagan del espacio un hábitat donde la ciencia y la poética se encuentran. Los habitantes de la ciudad, por tanto, viven en un espacio que es simultáneamente racional y poético, técnico y simbólico y así en este entrelazamiento pueden enriquecer la comprensión y vivencia del mundo.

El acontecimiento de la pandemia ocurrió, ya es parte de la historia. La posibilidad humana es transformar este acontecimiento en un hecho que abra las puertas a nuevas perspectivas que motiven pensar la ciudad en términos de inteligencia. Consecuentemente, una “ciudad de la inteligencia” probablemente es la que apunta a comprender que la interconexión (que hoy es posible gracias a la tecnología cibernética-informática) va de la mano con la interdependencia que, según L. Boff (2002) exige una actitud de cuidado hacia el otro -humano- que en modo alguno puede estar separado del cuidado del medio ambiente y de la Tierra.

Ser ciudadano en una “ciudad de la inteligencia” implica, por tanto, tener una actitud ampliamente inclusiva, hospitalaria, multifacética porque cada ciudadano debe abrirse hacia las infinitas posibilidades de la tecnología y a la experiencia estética: una ciudad postpandemia con ciencia, tecnología, arte y cuidado por el otro es la utopía de una ciudad ecológica y plural.

La experiencia traumática de la pandemia nos da la oportunidad del encuentro con la protección, la compasión y el amor hacia todas las formas de vida.


Bibliografía

Bartra, A. (2022). Exceso de Muerte, CDMX: FCE.

Bachelard, G. (2020). La Poética del Espacio, CDMX: FCE.

Boff, L. (2002). El Cuidado Esencial, Madrid: Trotta.