En Quito, cuando ves un mural pintado en la calle como parte de nuestro festival, probablemente a simple vista solo percibas color. Pero detrás de cada trazo hay días de sol intenso, noches sin dormir, reuniones complicadas, vecinos que dudan —pero igualmente se animan— y un equipo que persiste en hacer ciudad a través del arte, aunque el sistema no siempre lo facilite.
Este texto nace de esa terquedad. Desde la experiencia de vivir y resistir 13 ediciones del Festival Internacional Detonarte, uno de los pocos espacios en Ecuador donde el arte urbano invade las calles con compromiso, propósito, cariño y, también, muchísimas dificultades.
Bogotá nos inspiró, Quito nos desafió
En 2007 viajé a Bogotá como artista internacional invitado al festival Desfase – Tercer Asalto. Aquella experiencia fue un punto de quiebre: ver a creadores de distintos países interviniendo espacios con organización, respeto y seguridad me reveló otro mundo posible. Regresé con una idea fija: replicarlo en Quito.
Tardé dos años en lograr la primera edición. En ese entonces, hablar de arte urbano era casi hablar en otro idioma. No existía estructura ni público que comprendiera el valor de pintar legalmente una pared con intención artística. Pero seguimos insistiendo, tocando puertas y buscando aliados. Detonarte nació así: como un acto de fe.

¿Para qué sirven los festivales?
Un festival no es solo murales bonitos para selfies. Es una excusa, un puente y una plataforma. Permite conversar con los barrios, conocer a los vecinos, resignificar espacios olvidados. Es arte que no se encierra en galerías, sino que camina con la ciudad, que interpela y acompaña.
También rompe estigmas: demuestra que un artista urbano no es un vago ni un delincuente, sino un creador que vive y piensa desde la calle, con conciencia y oficio.
El muro invisible: la burocracia
Hacer un festival de arte urbano en Ecuador es una travesía. No existen líneas de apoyo específicas y la tramitología es lenta, confusa y desmotivadora. Para pintar un edificio, primero debes conseguir el aval de todas las familias que lo habitan —a veces más de 20— y luego presentar esos documentos para obtener permisos oficiales. El proceso toma semanas y no hay garantías. Por eso, siempre trabajamos con planes B, C y D.



Cada cambio de administración implica empezar desde cero. Hay que reexplicar qué es el festival, por qué importa y qué impacto tiene. Es agotador y revela la desconexión entre las instituciones y las prácticas culturales independientes.
Lo que no se ve: cuando el dinero no fluye
Otro desafío invisible es el económico. Cuando existen convenios con entidades públicas, los desembolsos suelen retrasarse. La preproducción arranca meses antes: reservas, movilidad, materiales, logística. Pero sin liquidez, todo se vuelve cuesta arriba. Muchas veces trabajamos confiando en que “ya llegará el pago”, porque parar no es opción. No debería ser así, pero así es.

Más logos no significa más dinero
Cada año buscamos auspiciantes. Algunos son nuevos, otros son parte de la casa. Estamos profundamente agradecidos por el apoyo de cada uno de nuestros patrocinadores. Su colaboración es esencial para que el festival sea posible. Sin embargo, existe una percepción errónea: ver muchos logos no significa que tengamos un gran presupuesto.
Muchos de nuestros patrocinadores nos apoyan en especie: cediendo espacios, prestando equipos, facilitando servicios. Conseguir cada apoyo implica semanas de gestiones. Un solo espacio puede exigir añadir varios logos asociados. En redes sociales, algunos critican sin notar que detrás de cada logro hay trabajo, no necesariamente fondos. Muchos logos significan logística asegurada, no dinero extra. Y eso también es parte del éxito.
El arte urbano más allá de las calles
El arte urbano no se encuentra únicamente en las calles; también puede incursionar en nuevos formatos que permitan su difusión y preservación. Tal es el caso de un proyecto que en 2012 nos llevó a sacrificar una edición del festival. Todo el tiempo que normalmente hubiéramos invertido en la producción del evento lo dedicamos a sacar la primera publicación de arte urbano ecuatoriano: Arte Bastardo 2012. Esta publicación, que se convirtió en un hito en la historia del arte urbano en Ecuador, consta de fotografías y bibliografías de 50 artistas de todo el país, además de incluir imágenes de archivos de otras intervenciones en espacio público y festivales.



Hoy nos sentimos muy felices de estar trabajando en la segunda edición de Arte Bastardo 2025, que verá la luz en octubre. Esta nueva publicación tiene como objetivo continuar la labor de preservar, con fotografías, el arte urbano en el espacio público, ya que sabemos que la magia de este arte radica en su naturaleza efímera. Un mural puede durar en una pared apenas un par de años, o incluso un solo día. Por eso, creemos que es fundamental documentarlo y darle una nueva vida a través de la publicación, para que generaciones futuras puedan conocer y valorar la importancia de estas intervenciones que, a menudo, están condenadas a desaparecer.
Además de la publicación, lanzaremos un sitio web con georeferenciación de los murales más importantes de la ciudad. Este portal será una herramienta esencial para que los interesados puedan conocer no solo los murales, sino también el contexto de cada intervención. A través de este sitio, los murales serán parte de un recorrido virtual que permitirá a los usuarios explorar en una primera etapa el arte urbano de Quito y luego de más ciudades, de manera accesible, interactiva y educativa.
Chiriyacu: un ejemplo de todo esto
Durante la 13.ª edición del festival, en 2024, decidimos intervenir cinco edificios de vivienda social en el sur de Quito, específicamente en Chiriyacu. Este proyecto fue uno de los mayores ejemplos de lo que significa trabajar en comunidad y transformar un espacio a través del arte. Lograr que todas las familias aceptaran fue titánico: visitas, cafés, conversaciones. Pero al final, lo logrado fue mucho más que color en las paredes. Chiriyacu se convirtió en un espacio donde se tejió una nueva memoria colectiva, un lugar donde el arte urbano generó un cambio real en la comunidad.
El éxito de esa intervención refleja la importancia de las alianzas con los vecinos, la paciencia y el trabajo conjunto con las comunidades. Chiriyacu es, sin duda, un ejemplo tangible de lo que el arte puede hacer cuando se pone al servicio de las personas.
Arte con humanidad
Detonarte no es solo pintura. Hay talleres, ferias, conversatorios, exposiciones. Cada actividad tiene su propia logística y cada artista merece trato profesional.
Trabajar en altura conlleva riesgos. Formamos a los artistas, gestionamos seguridad y priorizamos el bienestar del equipo. Aquí no vale el “hazlo por amor al arte” si ese amor no trae condiciones dignas.
El porqué de la intervención en La Mariscal
El sector de La Mariscal fue durante años el corazón de la vida nocturna, cultural, turística y gastronómica de Quito. Sin embargo, hoy enfrenta serias problemáticas: deterioro, inseguridad y pérdida de identidad. Por eso, este año con Detonarte decidimos enfocarnos en La Mariscal como parte de un proceso de regeneración urbana real, desde lo cultural y lo cotidiano, con el arte urbano como protagonista.
Este proyecto busca revitalizar la zona, recuperar su esencia y aportar un cambio visible a través del arte. Pintar murales en La Mariscal no es solo un acto estético: es un compromiso con la comunidad, con la identidad de un sector que fue referente y que, por diversas razones, se ha visto desplazado. Queremos, a través de la intervención de estos murales, contribuir a la transformación de este espacio, generar un nuevo sentido de pertenencia y recuperar la vitalidad que caracteriza la zona.

Lo que necesitamos (y merecemos)
Detonarte no podría existir sin la colaboración de muchos. Y es que necesitamos mucho más que la capacidad de organizar el festival. Lo que realmente requiere el arte urbano en Ecuador son cambios profundos que faciliten el trabajo de los artistas y gestores culturales:
- Líneas de fomento especializadas en arte urbano. Las convocatorias culturales estatales generalmente no están pensadas para este tipo de intervención. Es necesario habilitar fondos específicos para arte urbano, y no postular a líneas generales, lo que complica el proceso.
- Instituciones comprometidas y coherentes que no solo abran puertas, sino que brinden un apoyo real y continuo.
- Convenios funcionales que no sean solo promesas, sino compromisos claros con pagos puntuales y condiciones adecuadas.
- Tramitología clara y eficiente, que permita realizar estos proyectos sin tantas barreras burocráticas.
- Reconocimiento del arte urbano como trabajo profesional. La figura del artista urbano sigue siendo vista con escepticismo; necesitamos que el trabajo cultural sea respetado y valorado como lo que es: una profesión.
- Apoyo en la gestión comunitaria, que requiere tiempo, recursos y estrategias para generar los consensos necesarios.
- Espacios públicos accesibles y disponibles que no impliquen empezar desde cero cada vez que se quiera intervenir.
Invitación a ser parte
A lo largo de todos estos años, hemos aprendido que el arte urbano es una poderosa herramienta de transformación social, pero no podemos seguir solos. Por eso, te invitamos a ser parte de este movimiento, a sumarte con tu apoyo, o simplemente participando en las actividades del festival. Visita nuestro sitio web www.detonarte.org y conoce estos procesos colectivos.

Seguir pintando la ciudad
Tras 13 ediciones —y con la 14.a en puerta— sabemos que Detonarte no es solo un festival. Es una forma de habitar Quito. Es un puente entre generaciones, barrios y memorias.
Aun con trabas, pagos tardíos y permisos demorados, seguimos. Porque las paredes que pintamos no son solo lienzos. Son espejos de lo que somos y ventanas de lo que podríamos ser.
Ojalá un día pintar una pared no sea una lucha. Que el arte en el espacio público se valore como merece, y que los artistas trabajen con dignidad, respeto y alegría. Hasta entonces, aquí seguimos. Pintando, gestionando, soñando. Porque si algo hemos aprendido es que, al final, la calle también es un lugar para construir futuro.
por Luis Fernando Auz
Fundación Neural Industrias Creativas
Productor, Festival Internacional Detonarte