Para niñas y niños de cero a cien años

25/07/2025

Autor/a:

por Alexander Páliz Solís

Desde su creación, la televisión, plataformas web, redes sociales y cadenas cinematográficas en la mayoría de países latinoamericanos, ha sido principalmente comercial, regida por criterios de mercado que regulan sus contenidos en función de cifras económicas, más que por la calidad de los contenidos o su rol social, cultural y educativo.

Entender que, para llegar a generar un cambio social, se debe priorizar los accesos a cultura y educación es un reto enorme, por ello la misión es la de acercarnos al público y no esperar que ellos acudan a las salas de cine a disfrutar de un buen material cinematográfico.

Es importante priorizar como una política de Estado el acceso libre al cine, impulsando y generando más medios de fomento para que los festivales sean accesibles para el público, estos tengan mayor difusión y sean de gran importancia para el país y se mantengan en el tiempo.

En la actualidad existen una gran diversidad de festivales, unos exponen temas de ecología, otros difunden historia y otros la diversidad, pero pocos se han preocupado del público infantil y juvenil, siendo la base de la sociedad pero que pocas veces es tomada en cuenta.

En el año 2002 por primera vez se creó un festival de cine para los más pequeños, llegando con un cine diferente y de calidad, ingresamos a barrios, pueblos y comunidades, cabe recalcar que en especial a aquellos que tienen poco o nulo acceso a temas culturales, democratizando la cultura y la educación, por medio de cine, esta es una tarea extensa y dura de realizar. La larga búsqueda de cortometrajes y largometrajes dentro del territorio ecuatoriano y en todo el  mundo, priorizando aquellos que  no se hallan en el círculo comercial y que además brinden al espectador una experiencia única, que los hará recordar por mucho tiempo el paso del Festival Chulpicine por su comunidad, revisar uno por uno el material receptado, darle una categorización por edad, ha generado que el festival tenga el reconocimiento dentro y fuera del país por ser unos de los primeros festivales en llevar cine dedicado a niñas, niños, adolescentes y sus familias, lo que lo hecho convertirse  en un festival para niñas y niños de cero a cien años.

El largo proceso de selección de material audiovisual que se proyecta en el recorrido, va junto de la mano con una tarea aún más titánica, la búsqueda de recursos económicos para ejecutar el Festival, crear estos puentes entre el gestor cultural, autoridades y público, no es fácil, muchas veces se priorizan actividades para el público poco relevantes, siendo que estos deberían retornar al pueblo, más no siempre ocurre de esa manera.

Cada año es un nuevo reto, siempre se presenta un nuevo obstáculo que se debe vencer para continuar con nuestra labor, el cine debería ser un espacio cotidiano en la dinámica familiar  y que durante estos años se ha implantado en nuestro público, quienes, con la llegada del verano, están pendientes del arribo del Festival Chulpicine a sus barrios y comunidades, mismo que llega de forma gratuita, siempre dando a conocer la ardua labor previa que se la realiza en cierta medida con recursos públicos y que por ello sus entradas al cine ya están cubiertas, dando un realce y puntualizando que la promoción del arte, la cultura y la educación debe ser para todos sin distinciones y que esta debe ser de la mejor calidad.

La fiesta del cine cada año es innovadora, es por ello que se lleva una gran variedad de estrenos, mismos que por la falta de accesos o simplemente desconocimiento no sería visto por las comunidades visitadas, el educar el ojo de nuestros espectadores abriendo esta ventana al mundo audiovisual, despierta la curiosidad de grandes y pequeños, de conocer más, investigar y buscar el origen de muchos de lo que vio, en gran parte de los casos por primera vez en una pantalla gigante.

Convertir un aula de clase, una casa comunal, una iglesia en una sala de cine momentánea también llama la atención de las niñas y niños asistentes, ¿Como aquel espacio, también puede ser usado para sentir la emoción de entrar en una sala de cine? y que ésta se encuentre en su propio barrio, cerca de su casa, la curiosidad de muchos de los pequeños y por qué no decirlo, de los grandes también, los empuja a colaborar, dan su mano para el armado del cine, más ahora que en su parque, la cancha de fútbol o inclusive la calle, se cierra para que este sea el espacio de compartir con sus familiares, amigos y vecinos, de una función de cine en pantalla gigante y al aire libre. El frío de la noche nos da la oportunidad de juntarnos como comunidad, también provoca que se aprenda a cuidar los espacios públicos, ya no solo es el parque o la cancha, es nuestro parque y nuestra cancha y todos la cuidamos y vemos que se pueden ver y sentir cosas maravillosas en esos espacios.

El arribo del festival a su comunidad promueve la unión y el gusto por compartir, brindar a sus vecinos una fundita de chulpi, una bolsa de canguil, la agüita aromática, o el dulce local, nos muestra que un festival de cine nos impulsa a trabajar en comunidad, a velar por el bien común.

Durante muchos años hemos visto niñas y niños de cero a cien años, ascendiendo a casi un cuarto de millón de participantes durante estos años, que felices se han trasladado en diversidad de caminos por llegar a la función de cine tan esperada, siguiendo la voz del perifoneo previo,  llegan al espacio comunal, quizá un poco cansados por la caminata, pero emocionados por la experiencia que van a disfrutar, luego de ese espacio de tiempo en que pudieron ver, quizá imágenes poco familiares para sus ojos, van llenos de alegría, al salir siempre se dibuja una sonrisa en sus rostros y el retorno a sus casa parece corto.

Un festival como Chulpicine genera muchas sensaciones, muchas cosas más allá que ver una película, es sin lugar a dudas un aprendizaje, es un espacio donde se puede dialogar sobre temas que adolecen a la sociedad, nos juntamos para reír, soñar, crear y también buscar solución a sus problemáticas, siendo un espacio de contención.

Cada año se incorporan al recorrido nuevos lugares a donde llegar, incluso si este lugar es muy muy lejano, siempre hacemos posible nuestro arribo cubriendo esos espacios donde pocos visitan. 

A pesar de la modernidad en la que vivimos, existen muchos rincones de nuestro país, donde el tiempo se ha detenido, la señal celular es nula, el acceso a internet es solo un sueño, inclusive los servicios básicos son escasos o deficientes, esos lugares son los que más necesitan de la presencia cultural, a pesar de las adversidades, sus pobladores están ansiosos por las maravillas que se pueden ver a través de una pantalla de cine, las luces de colores que  emanan del proyector , dan un aspecto mágico al lugar, espacio propicio para ser aprovechado e inculcar valores, conocimiento y entretenimiento.

Gran parte de estos 24 años de recorrer el país con imágenes, también se lo ha dedicado a promover la lectura por medio del audiovisual, generando la curiosidad de nuestro público por conocer historias similares a las que han visto, en muchas escuelas del país se trabajan durante el año lectivo luego del festival creando obras de teatro, títeres, cuentos, poesías, emulando lo visto en la función de cine, esto siempre acompañado por el apoyo del maestro de las escuelas o colegios que también son parte del recorrido del festival.

Los festivales de cine en el Ecuador se han mantenido en el tiempo debido a que son un espacio de distribución y muestra de material audiovisual novedoso, curioso, educativo y cultural, llegando a lugares remotos y condiciones adversas, al momento existen más de 34 festivales de cine en todo el país.

Chulpicine es un festival muy activo, relevante y con un impacto social significativo en Ecuador, especialmente en la formación de nuevos públicos y en la democratización del acceso al cine y la cultura. Aunque no sea el festival más publicitado en los medios tradicionales, nuestra labor es continua y muy valorada en las comunidades.

El alcance comunitario y social del Festival Chulpicine donde no solo se proyectan películas, sino que también se organizan talleres de producción audiovisual y formación de los «Chulpimonitores» (gestores culturales infantiles y juveniles) para trabajar en los barrios y comunidades. Esto nos ha convertido en un proyecto de intervención social, educativa y cultural, superando la sola exhibición de películas, siendo además uno de los festivales con más larga trayectoria y recorrido en Latinoamérica, llevando cine diferente y de calidad.Un festival no es solo una muestra de imágenes, es la concretización de largos meses de trabajo de un gran equipo humano con conciencia social y el deseo de entregar un legado de un mundo mejor, más unido, comunitario y que cree en el cambio. Los festivales nos traen un pedacito del mundo a la vuelta de la esquina.

por Alexander Páliz Solís
Director Ejecutivo Fundación Chulpicine

Artes y pensamiento