Entre sistemas y sensibilidad: el arte, la tecnología y el poder de crear mundos

25/06/2025

Autor/a:

por Gabriela Cobo

En mi ya-no-tan-corta carrera profesional, siento que he habitado muchas vidas. He vivido y trabajado en varios países, transitando por industrias tan diversas como la salud, la publicidad programática, el e-commerce, el arte, la moda, y más recientemente, el mundo financiero. He sido marketóloga, diseñadora, estratega, tecnóloga. Pero también he sido —y sigo siendo— una artista aficionada, una mujer que pinta, que sueña campañas y conceptos, que se emociona con una pasarela tanto como con una arquitectura de sistemas bien diseñada.

Fotografías: Archivo personal Gabriela Cobo

Es desde esa dualidad —la lógica y la emoción, lo sistemático y lo espontáneo— que me aproximo a este debate sobre el uso de tecnología en la creación, promoción y circulación de las artes, culturas y patrimonios. Para mí, este es una reflexión profundamente personal: la de alguien que trabaja todos los días con sistemas, procesos y estructura, pero que también busca, en cada espacio libre, volver al arte como refugio y forma de expresión.

Este debate llega en un momento histórico en el que la tecnología no solo transforma el cómo creamos, sino también el quién tiene derecho y acceso a hacerlo. En un mundo cada vez más digitalizado, las fronteras entre arte y  tecnología se desdibujan, haciéndonos preguntar: ¿Quién cuenta nuestras historias cuando los algoritmos priorizan unas voces sobre otras? ¿Cómo protegemos los patrimonios culturales cuando su archivo, traducción o circulación depende de infraestructuras privadas o inestables? ¿Qué queda del arte cuando es producido por una inteligencia artificial que no siente, pero sí calcula?

La tecnología ha sido, sin duda, una aliada poderosa para crear, preservar y difundir ideas y cultura: ha permitido reconstruir obras, digitalizar archivos, abrir nuevas formas de expresión y dar voz a comunidades marginadas. Pero también ha abierto dilemas éticos, culturales y políticas que no podemos seguir ignorando. En regiones como América Latina, el acceso limitado a dispositivos, conectividad y alfabetización digital sigue siendo una barrera estructural. Hablar de arte y tecnología hoy es, en el fondo, hablar de justicia, de poder, de memoria y de posibilidad. 

Tecnología como herramienta de transformación

La tecnología ha ampliado significativamente el acceso a la creación y difusión artística. Plataformas como las redes sociales y sitios web especializados se han convertido en escenarios globales para artistas emergentes, facilitando la visibilidad y el intercambio cultural. Inclusive, esta revista que tú la estés leyendo en tu celular o que hayas escaneado el QR desde un mural representa un ejemplo perfecto de un formato disruptivo que desdibuja la línea entre lo físico y lo digital. 

Plataformas como Google Arts & Culture y redes sociales han permitido a artistas de todo el mundo exponer sus obras sin intermediarios, mientras que, en zonas rurales de países como Ecuador, iniciativas digitales han llevado educación y cultura a lugares históricamente olvidados. Durante la pandemia, herramientas como WhatsApp y YouTube se convirtieron en aulas virtuales improvisadas. Al mismo tiempo, artistas populares encontraron en estas redes nuevas formas de visibilidad y circulación.

La digitalización es clave para difundir conocimiento y preservar el patrimonio. Museos, bibliotecas y archivos usan tecnologías para ampliar el acceso a sus colecciones. Un ejemplo: la muestra interactiva de Van Gogh que nos permitió a los ecuatorianos conocer obras que antes solo podían verse en su casa museo en Ámsterdam. O los canales de YouTube que te enseñan a preparar esos buñuelos tradicionales que nos devuelven a la infancia en casa de la abuela.

Tecnologías como la realidad aumentada (AR), la realidad virtual (VR), la inteligencia artificial (IA) o el arte basado en datos han abierto nuevas formas de expresión, redefiniendo la relación entre el creador y el espectador,  ampliando las posibilidades narrativas del arte contemporáneo. Sin embargo, debemos considerar las implicaciones éticas, sociales y culturales de su implementación, asegurando que la tecnología sirva como un puente inclusivo y no como una barrera adicional.

El lado oscuro de la revolución tecnológica

Si bien la tecnología suele presentarse como motor de progreso, también ha evidenciado y agravado desigualdades estructurales. En Ecuador, durante la pandemia, más del 45% de los estudiantes no accedieron adecuadamente a clases virtuales por falta de internet, y uno de cada tres que abandonó la escuela lo hizo por no tener dispositivos para conectarse, según UNICEF1. Mientras en unos lugares se venden tokens no fungibles (NFTs) por millones de dólares, en otros, miles de jóvenes siguen sin poder conectarse a una videollamada. Esta brecha no es casual; revela cómo el acceso desigual a la tecnología refuerza exclusiones ya existentes.

El impacto de la tecnología no se limita al acceso o la educación; también ha transformado profundamente nuestras relaciones personales, emocionales, sociales y políticas. El uso excesivo de redes y dispositivos ha sido vinculado con problemas como depresión, ciberacoso y burnout, efectos colaterales que apenas comenzamos a comprender. Al mismo tiempo, estas plataformas han sido utilizadas como herramientas de manipulación política: desde Ecuador hasta Estados Unidos, las campañas electorales han estado marcadas por la desinformación, la circulación de noticias falsas y la erosión de la confianza ciudadana. En lugar de ser espacios de participación, muchas veces se han convertido en armas silenciosas para distorsionar la verdad. A esto se suma el auge del cibercrimen —fraudes, robo de datos y estafas digitales— que afecta especialmente a quienes tienen menor educación digital.

Entonces, hablar del impacto de las herramientas digitales en las artes y las culturas sin considerar estas asimetrías es ignorar que no todas las voces pueden participar de la misma conversación. La brecha digital no solo limita la creación y circulación cultural, sino que condiciona quién tiene derecho a contar su historia, a conservar su memoria o a imaginar futuros posibles. La promesa de democratización corre el riesgo de volverse vacía si no se enfrenta esta tensión estructural con políticas y sistemas más inclusivos.Estas realidades nos obligan a mirar más allá del entusiasmo tecnológico. La tecnología, como el arte, es reflejo de las estructuras de poder en las que se inserta. Y si bien puede ser una herramienta poderosa para crear, preservar y difundir cultura, arte e historias también puede operar como un dispositivo de control, exclusión y daño. Reconocer su ambigüedad es el primer paso para imaginar un futuro en el que su uso esté realmente al servicio del bien común y no de unos pocos.

Tendencias emergentes: nuevas formas de crear, resistir e imaginar

Pero no todo son malas noticias, la intersección arte-tecnología aunque no es nueva, ha alcanzado una popularidad sin precedentes. La inteligencia artificial, las experiencias inmersivas o los modelos de propiedad digital como el blockchain no solo amplían el repertorio creativo: están transformando las reglas del juego. Esta convergencia está redefiniendo no solo cómo se crea arte, sino también quién puede hacerlo y desde qué herramientas, invitándonos a replantear los límites mismos de la expresión artística.

Arte generado por Inteligencia Artificial (IA): La IA con herramientas como ChatGPT, DALL-E, MidJourney o Stable Diffusion han permitido la creación de obras mediante algoritmos que aprenden de grandes conjuntos de datos visuales, generando imágenes, sonidos o textos que simulan estilos artísticos humanos. Estas herramientas no solo ayudan a los artistas, pero también han abierto un gran debate sobre la ética, originalidad y derechos de autor. Si tú también caíste en la tentación de crear tu foto con estilo animado en ChatGPT, podrias explorar más sobre cómo los algoritmos de OpenAI fueron entrenados con años de trabajo del Studio Ghibli fundado por Hayao Miyazaki, sin su consentimiento ni atribuirle los créditos creativos ni monetarios.

Realidad Aumentada (RA) y Realidad Virtual (RV): Estas tecnologías permiten superponer elementos digitales al entorno físico (RA) o crear entornos completamente virtuales (RV), ofreciendo experiencias inmersivas que difuminan la línea entre lo real y lo virtual, involucrando al espectador en el proceso transformándolo en co-creador. Ejemplos como la exposición de Imagine Van Gogh muestran su potencial multisensorial y, sobre todo, su capacidad para democratizar el arte. A medida que estos dispositivos se vuelven más accesibles, es probable que formen parte de nuestra vida cotidiana en espacios públicos.

Tokens No Fungibles (NFTs) y Blockchain: Los NFTs son activos digitales únicos respaldados por tecnología blockchain, que han revolucionado la propiedad y comercialización del arte digital. Este concepto ha redefinido el concepto del valor del arte y la propiedad digital. Porque permite justamente preservar el valor de las piezas digitales creadas para que estas no sean reproducidas indiscriminadamente. Y a través de la tecnología blockchain se tenga trazabilidad y se pueda mantener la autoría y las regalías hacia los artistas o creadores.

Arte basado en datos: Consiste en utilizar conjuntos de datos para generar obras que visualizan información de manera artística. Quienes crean estas obras utilizan conjuntos de datos como información demográfica, estadísticas económicas o tendencias en redes sociales para comunicar mensajes de manera impactante combinando la precisión de la ciencia con la creatividad del arte. 

Más allá de las redes sociales como plataforma para el arte digital

No podemos hablar de herramientas tecnológicas sin profundizar en el impacto de las redes sociales. Ya que han transformado cómo se crea y consume arte, conectando a los artistas con audiencias globales. Plataformas como Instagram y TikTok se han convertido en espacios donde los artistas pueden interactuar con sus seguidores, promocionar su trabajo y participar en tendencias culturales contemporáneas. Esto es especialmente cierto para nuestra realidad ecuatoriana y latinoamericana, ya que han sido por defecto las herramientas más accesibles de toda la lista. 

En América Latina el arte digital se ha convertido también en una forma de resistencia, un espacio donde lo ancestral dialoga con lo futurista, y la tecnología se transforma en territorio político. Crear es también denunciar, preservar, reimaginar. No es casual que desde esta revista surjan voces que desafían lenguajes hegemónicos y exploran nuevas formas de expresión cultural.

Pero este futuro que imaginamos también nos interpela. ¿Quién diseña el arte del mañana? ¿Quién tiene acceso a las herramientas, a los espacios, a la visibilidad? A medida que las tecnologías evolucionan, se vuelven más sofisticadas y omnipresentes, también emergen desafíos éticos urgentes: la autoría diluida en los algoritmos, la sostenibilidad de lo digital, la diversidad de voces, pensamientos y perspectivas como principio y no como adorno. Aceptar estas dualidades es, quizás, una de las tareas más urgentes de nuestro tiempo. No se trata de elegir entre arte o tecnología, entre razón o emoción. Se trata de reconocer que ambas fuerzas pueden —y deben— coexistir para construir futuros más justos, creativos y humanos. Este artículo no busca dar respuestas definitivas, sino abrir una conversación. ¿Somos solo consumidores de estos mundos digitales? ¿O también somos creadores, curadores, testigos activos de lo que está por venir? Porque, al final, el arte y la tecnología no son opuestos: son lenguajes complementarios con los que podemos imaginar —y tal vez construir— nuevos mundos posibles.

¿Y si el futuro del arte no es solo digital, sino también profundamente humano?

por Gabriela Cobo Jurado 
Tecnologista y Directora de marcas


Bibliografía

  1. Ministerio de Educación y UNICEF (2022) Resultados de las encuestas de monitoreo del impacto de la pandemia de COVID-19 en la comunidad educativa ecuatoriana. (1era ed.). Ministerio de Educación y UNICEF. ↩︎

Artes y pensamiento