Para la negricia no hay cura, y eso está bien: visiones negras, documentos artísticos y cuartitos de empleada

25/03/2025

Autor/a:

por Shaskya Hurtado

Siempre hay una excusa lista para no hablar de arte negro en la historia o de negros en la historia del arte:

Que si es primitivo, que si no entra en la categoría de arte, que es más bien una artesanía, que dizque ahora las exhibiciones las sienten como sermones, que dizque los negros viven en el pasado, que no ves color, que es por el trabajo y no por el color de piel, es que más bien no es el momento, no hay tiempo, no hay espacio, que en el arte no entran las políticas de identidad, o que es woke social justice warrior, que simplemente no es lo suficientemente sofisticado, elevado, no refleja los buenos valores de la sociedad, es muy vulgar, muy simplón y no es lo suficientemente bueno, que más claro no es de hacerse la víctima, que no es que no busques artistas negros si te gusta un montón Basquiat, que Picasso nunca copió arte africano, más bien lo trascendió y creó una cosa nueva, y bueno este otro artista blanco también tuvo su periodo africano y llegó a resultados muy interesantes, y que no hay artistas negros importantes, y que aparte esos temas son más como del periodismo y las ciencias sociales, etc.

El mundo blanco domina lo que vemos en las pantallas, los titulares e incluso en los sueños. Puedo visibilizar exactamente el momento en el que mi algoritmo “curado” a punta de exploración de Pinterest me la mostró por primera vez; era una pintura “naíf” que mostraba una mujer negra que parecía gigante porque sosteniendo en sus brazos amamantaba a una figura blanca semi-desnuda y diminuta, pero de proporciones adultas, su expresión era tranquila, sus ojos cerrados y su boca pintada de rojo parecía que estaba cantando. Por el fondo me imaginaba que la escena transcurría en una habitación, bajo el dosel de una cama; la paleta de colores, la expresividad material de los relieves, la experiencia estética que conseguía de esta pintura me plagó los sentidos. Mi mano siguió a mis ojos, mi dedo cliqueó el link y en sólo un instante María Auxiliadora da Silva me abrió las puertas a su carrusel de escenas cotidianas, testigos artísticos de la sociedad en su tiempo, su vida y muertes, la vida a su alrededor floreciendo y muriendo en su territorio. 

Fotografías: Shaskya Hurtado

Sin título (nodriza) 1970 es una de las visiones negras rurales y urbanas de M.A da Silva, documentos que en ese instante hicieron un nudo que visualizo como quipu en el hilo de mi trabajo artístico que se extiende envolviendo a la historia del arte. 

Comencé a pensar y ser plagada por Sin título (nodriza) 1970 hace 3 años, creando marañas de ideas y sentidos, siguiendo la marca que la vida de M. A da Silva inscribía en el tiempo, nacida en Minas Gerais en 1935, la mayor de 18 hermanos, bordadora desde los 9 años y pintora nata, vio su vida sacudida al mudarse con su familia hacia la gran ciudad. En Sao Paulo debe interrumpir sus estudios para ser empleada doméstica desde niña, sin embargo, nunca deja el oficio del arte, pues creció en una familia de artistas. Escultores, poetas, cantantes, músicos, esos eran sus parientes y, a pesar de vivir en tiempos de dictadura y de su frágil salud, fue muy activa en la pintura hasta el momento de su muerte. 

Y mientras tejía con los hilos lanzados por María Auxiliadora, con los sentidos plagados por nodriza (1970); y también por una conversación estéril que había tenido recientemente en donde mi interlocutor, quien me hizo saber que tenía dos títulos universitarios, me dijo “Yo no soy racista, me crió una negrita (en su hacienda) y yo hasta dormía con ella” como montada por un espíritu negro, burlón y vengativo empecé una obra, una pintura de gran formato, reproduciendo nodriza, cambiando de mujer y de sujeto amamantado en cada repetición, bajo una leyenda que ponía “Situación social antes y después de la vida y muerte de María Auxiliadora da Silva” pintura que, a esta fecha, gracias a las curadoras Yuliana Ortiz Ruano y Anthony Guerrero forma parte de la exposición histórica “Afrofuturismos” en el Centro de Arte Contemporáneo.

No busco hacer una recapitulación del proceso de cómo o por qué hice “Para ñao esquecer”, quiero en cambio mirar hacia atrás desde el futuro como el ave que voltea el cuello para recoger su huevo si se le escapa. Yinka Shonibare, en una entrevista, dice que mucha gente al hablar de artistas negros se centra en buscar el mensaje y comprometen la experiencia de interactuar a profundidad con la propuesta o la complejidad de una obra. Revisar la obra de M.A da Silva es clavarse en un mundo de pensamientos y lecturas de la vida que hace la autora. Nodriza (1970) para mí es especialmente notoria en el cuerpo de trabajo de ella. Se siente como un pensamiento, tal vez un testigo de una memoria de su alrededor, un pensamiento en medio de escenas de negros en las plantaciones de caña y de algodón, candombé, orishas, escuela nocturna de alfabetización para adultos y la inminencia de la muerte propia, como una nube sonora en un coro de nubes negras cantantes, su canto es una frecuencia, una señal específica que se materializa en forma de globos de texto, un tratamiento del material como si bordara con pintura y sus decisiones en cuanto a sus sujetos que pinta.

Las ideas, las obsesiones, los problemas, las palabras, la melodía que hay en el hacer artístico negro llegan de frecuencias que sólo se pueden captar teniendo una antena específicamente tuneada para buscar y percibir estas señales, y en este quehacer recae el poder transformador de la creación desde como dice Yuderkys Espinosa «cuerpos que fuimos condenados como incapaces de hacer producción simbólica». Así tenemos el poder de escuchar cimarrónicamente el coro de nubes negras, entender que sus cantos tienen un sentido documental. 

El hacer artístico cimarrón me lleva a entender que la repetición es un proceso necesario para el aprendizaje y el estudio, y entender que las similitudes entre vidas negras distantes en el tiempo son producto de una historia que cubre la reproducción de la vida de generaciones antes y después de nosotros. Entender que, si mi madre y M.A da Silva fueron niñas rurales de espíritu artístico que tuvieron que salir a la ciudad a hacer trabajo doméstico para hacer girar la rueda que crea fortunas, sin imaginar que en el camino aplastaría su salud y sus oportunidades, es porque vivimos en un mundo colonial.

Es llevar Sankofa, aquella palabra de la tribu Akhan que dice «No es tabú mirar hacia atrás por lo que se te quedó» o «regresa y tómalo», siempre en la manga para saber mirar la historia con unos lentes de cimarronaje. Digo mirar a la historia y no mirar al pasado porque si nos podemos estirar a tomar lo que se quedó, esto no está en el pasado, es tangible y acompaña a la vida como una pátina de memoria sobre el tejido social.

Es el compromiso de no resistirse a ser plagado por visiones negras atlánticas como Pope L, Larissa da Souza, Lorna Simpson, Wangechi Mutu, Njideka Akunyili Crosby, Sonia Boyce, María Auxiliadora, Yelaine Rodríguez y un sin fin de artistas y sus melodías para entender que es mi turno de contestar, de unirme a las visiones negras, cimarronas que salen desde el pacífico.

Sé que los algoritmos tienen contenido hasta para quienes no quieren tener nada que ver con los algoritmos, porque el mundo blanco habita hasta en los sueños de un futuro posible. Los encuentros como el que tuve con María Auxiliadora me llevan a plantear preguntas difíciles, a las cuáles no se les puede entregar respuestas amables ¿Qué se siente ser un problema? Preguntaba a los negros la sociedad donde vivió W.E.B Dubois. ¿Has visto lo que estamos haciendo lxs artistas negrxs cimarrones trascendiendo la idea arcaica de lxs negrxs en calidad de problema social? 

por Shaskya Hurtado
Friendliest Black Artist in Ecuador
Negro social, intelectual, chic y artista mundial