Entre caderas y desafíos: la vida de una bailarina de twerk en Quito, 5 años después de la pandemia del Covid-19

25/09/2024

Autor/a:

Andrea Pucha (Kanndie Lacoya)

¡Hola! Mi nombre es Andrea, pero en el mundo de la danza me conocen como Kanndie, soy una bailarina, twerkera y dancehall queen, quiteña apasionada y entregada al arte. 

A lo largo de mi vida he tenido la oportunidad de sumergirme en el hermoso mundo de la danza en Quito. Y en los últimos años, mi viaje ha estado marcado por una total dedicación a la dirección de mi estudio de danza para mujeres, y a difundir estas nuevas formas de expresión corporal como lo son el twerk, el dancehall female y el sexy style, además de luchar con los desafíos significativos que todas estas actividades conllevan tras la pandemia del Covid-19 y el escaso apoyo gubernamental al arte independiente.

En este artículo, comparto mi experiencia y reflexiones sobre el impacto del twerk en mi vida y en la vida de muchas mujeres en nuestra comunidad, así como las dificultades que hemos enfrentado en un entorno post-pandemia.

Fotografías: Alejandro Chagna

Las danzas pélvicas 

El twerk, el dancehall female y el sexy style, también son conocidas como danzas pélvicas que a menudo se han asociado con estereotipos y malentendidos, por el entorno curuchupa en el que aún vivimos, pero en realidad son una forma de danza que va más allá de lo que se percibe a simple vista.

Originadas en las comunidades afrodescendientes, este tipo de danzas son una celebración de la fuerza, la sensualidad y la autonomía del cuerpo femenino. A través de movimientos rítmicos y enérgicos, que desafían las normas tradicionales sobre el cuerpo y la danza, promueven el empoderamiento y la libertad.

Para mí, practicar estas nuevas expresiones del movimiento ha sido una forma de resistencia cultural y personal. Me ha permitido explorar y reafirmar mi identidad, y me ha dado una voz en un espacio donde el cuerpo femenino a menudo es objeto de control y juicio. A través de estas danzas, he aprendido a conectar con mi cuerpo de una manera que celebra su fuerza, sus curvas y la belleza en el más amplio sentido. Y al ser la danza una expresión colectiva, me ha movilizado a compartir esta conexión con otras mujeres.

El twerk y el dancehall female, a través de sus movimientos pélvicos y de cadera, permiten que las mujeres nos reconozcamos desde otros territorios, alejándonos de la complacencia a lo masculino, sino como un espacio de autoafirmación, libertad e independencia.

Lastimosamente, la mayoría de mujeres no tiene la oportunidad de involucrarse con estos movimientos y desarrollar el proceso mental que existe detrás de estas danzas, ya que desde temprana edad, el contexto conservador en el que vivimos estigmatiza el cuerpo y el baile; los llenan de  vergüenza y lo que provoca una fragmentación entre la conciencia y el conocimiento de los mismos, de su sexualidad, su sensualidad, sus deseos y de la libertad de moverse a su antojo.

Desde mi experiencia el twerk, el dancehall female o el sexy style rompen con estas barreras mentales para demostrar, a través de la danza y el movimiento, que nuestro cuerpo nos pertenece y es imprescindible conocerlo para cuidarlo y protegerlo.

La creación del estudio de danza: un sueño hecho realidad

La idea de abrir un estudio de danza dedicado exclusivamente a mujeres surgió de un deseo profundo de crear un espacio seguro y enriquecedor. En mi visión, el estudio no solo sería un lugar para aprender a bailar, sino también un refugio donde las mujeres pudieran encontrarse a sí mismas y empoderarse a través del movimiento. Así, hace ya casi dos años, inauguré el estudio ATTITUDE GYAL en el norte de Quito, con la esperanza de ofrecer un entorno que celebrará la diversidad y la autonomía femenina.

Desde que tengo memoria y aprendí a bailar, siempre he pensado que la danza va más allá de lo estético, la técnica o lo sublime de los movimientos; es una herramienta que puede sanar de muchas maneras a las personas y, en mi caso, a propósito de todas las reflexiones sobre el cuerpo como herramienta de empoderamiento, tuve claro que quería trabajar con las mujeres, para que también encuentren la libertad, fuerza y ese poder que yo descubrí al dedicarme a estudiar estas danzas.

El estudio rápidamente se convirtió en un punto de encuentro para mujeres de todas las edades y orígenes. Las clases de twerk se llenaron de energía, entusiasmo y camaradería; transformando al espacio en una comunidad de apoyo donde las mujeres podían explorar su identidad y construir confianza. Ver a mis alumnas encontrar su voz y celebrar su cuerpo a través del twerk ha sido una experiencia profundamente gratificante.

Desafíos en la era post-pandemia

El viaje no ha estado exento de desafíos. La pandemia del Covid-19 ha tenido un impacto devastador en muchas industrias, y el mundo de la danza no ha sido la excepción. Los confinamientos, las restricciones de aforo y la incertidumbre general pusieron a prueba la viabilidad de muchos estudios y espacios culturales. En mi caso, ya llevaba en mente el proceso de apertura del estudio de danza desde el inicio de la pandemia; y, como bailarina independiente, siempre he estado en búsqueda de salir adelante haciendo lo que me gusta; esa época no fue la excepción.

Muchas de las fuentes de ingreso que los bailarines independientes percibimos son de los shows en vivo en eventos de pequeña o gran escala, así como también nuestras clases. Durante el confinamiento, incluso mucho tiempo después, todas estas actividades se suspendieron y tuve que adaptarme a la virtualidad, buscando la manera de mantener a flote mi trabajo y seguir llegando con mi arte a más personas.

Uno de los mayores obstáculos ha sido la falta de apoyo gubernamental. A pesar de las promesas de ayudas y subsidios para el sector cultural, muchas de las iniciativas propuestas no han llegado a quienes más lo necesitan. Las dificultades para acceder a fondos y recursos han puesto en riesgo la continuidad de muchos procesos. Las medidas de apoyo que se han implementado a menudo han sido insuficientes o tardías, lo que ha exacerbado la crisis en el sector artístico.

Otro de los desafíos que he enfrentado para mantener a flote este proyecto, ha  sido la poca información que existe en el país sobre este tipo de danzas, ya que somos pocas bailarinas dedicadas a estos estilos, siendo pionera en socializar estas nuevas formas de movimiento en la ciudad y en el país, lo que me compromete a invertir en mi formación en el extranjero, acudiendo a festivales, competencias, eventos y países donde sé que se puede acceder a conocimientos especializados que en el Ecuador no existen; gestiones que he realizado con mis propios medios por amor y pasión a la danza y la cultura.

El alquiler de espacios adecuados es otro gran desafío. Los estudios de baile requieren instalaciones con características específicas; y, en una ciudad con costos de vida en aumento, encontrar un lugar accesible y funcional puede ser complicado. Además, las inversiones en equipamiento y decoración también son bastante costosas, lo que hace que cada pequeño logro sea una victoria significativa.

Por lo que la vida de una bailarina de twerk y dueña de un estudio de danza implica mucho más que simplemente bailar. A veces, la falta de reconocimiento de nuestro trabajo y el estigma asociado con el twerk pueden ser desalentadores. Sin embargo, la pasión por lo que hago me mantiene en movimiento.

El impacto del twerk en Quito

El impacto del twerk en nuestra comunidad ha sido profundo. Las mujeres que han pasado por las clases han experimentado un aumento en su autoestima y una mayor conexión con su propio cuerpo. El twerk, lejos de ser una simple moda, se ha convertido en una herramienta de empoderamiento y liberación. Mis alumnas han encontrado en el estudio un lugar donde pueden ser auténticas y celebrar su individualidad sin temor al juicio.

Mirando hacia el futuro, mi esperanza es que el reconocimiento y el apoyo al arte y la cultura aumenten. El arte tiene un valor incalculable en la vida de las personas, y es fundamental que las políticas estatales reflejen esta realidad. Mientras tanto, seguiré luchando para mantener el espacio y ofrecer un lugar donde las mujeres puedan expresarse y encontrar fuerza a través del baile.

Conclusión

Mi experiencia como bailarina de twerk y directora de un estudio de danza en Quito ha sido un viaje lleno de pasión, desafíos y superaciones. Aunque las dificultades han sido muchas, el impacto positivo en la vida de las mujeres que han formado parte de mi estudio es una fuente constante de motivación. En un mundo que a menudo no valora lo suficiente el arte, es esencial seguir luchando por su reconocimiento y apoyo. A través del twerk y la danza, junto a mis alumnas y la comunidad que hemos creado seguimos encontrando formas de celebrar la fuerza y la diversidad de la experiencia femenina, y esperamos que este camino nos lleve hacia un futuro donde las expresiones artísticas sean valoradas y apoyadas como merecen.

A pesar de los desafíos, hay muchas razones para sentirse optimista. Ver a mis alumnas crecer y desarrollar su propio estilo es increíblemente gratificante. Los momentos en los que el estudio se llena de risas, energía y entusiasmo son los que hacen que todo el esfuerzo valga la pena. Cada presentación, cada clase, y cada sonrisa son pequeños triunfos que nos recuerdan por qué amamos lo que hacemos.

Aunque el camino no siempre es fácil, la energía y la pasión por la danza me mantienen en marcha, bailando al ritmo de los sueños.

La próxima vez que veas a una bailarina de twerk, recuerda que detrás de cada movimiento hay una historia de dedicación y amor por el arte.

por Andrea Pucha a.k.a (Kanndie Lacoya)
Artista, bailarina, investigadora, socióloga