En el año 2022 se cumplía la primera centuria de ese potente poema de T.S. Eliot, La tierra baldía, pero su conmemoración pasó, en Ecuador, como si nada, como si fuese un soplido o la explosión silenciosa de una ausencia. Y del mismo modo -casi como un eco opacado de la reiterada memoria selectiva- ese año debimos celebrar y/o reflexionar sobre el aniversario de lo que se conoce en la historia ecuatoriana como “El bautizo de sangre de la clase obrera”. Es decir, la masacre del 15 de noviembre de 1922 en Guayaquil.
Los dos hechos (o las dos ausencias) revelaron el estado de nuestra condición en el campo de la cultura y del pensamiento. Arrollados por la banalidad, por el coyunturalismo y también exigidos a no pensar, más aún en tiempos críticos para la discusión pública, dejamos pasar, quizá, porque nuestras urgencias están en la sobrevivencia y en la disputa mediática. También es cierto que no hay un “ambiente” cultural para ello. E igualmente porque no hay un espacio para esa reflexión. Han desaparecido los suplementos culturales. Los medios dicen porque no es rentable, nadie lee o simplemente el mercado impone “otras lecturas”. De hecho, nos instalamos en la supuesta construcción y/o existencia de “otros públicos”, de otros consumos y de supuestas nuevas necesidades estéticas y filosóficas.
Bien decía Immanuel Kant, en la Crítica de la razón pura, que como no podemos experimentar nada salvo en el campo del tiempo y el espacio, “las formas estéticas de la sensibilidad” nos identifica, nos ubica y nos proyecta a cierta trascendencia. En eso estamos ahora, en medio de unas “formas estéticas” y de unas angustias políticas (en el sentido cultural del término) que nos obligan a no ahogarnos en la corriente de la que ya hablaba Eliot en su poema centenario.
Por eso, entre otras razones, nace y proponemos PÚBLICOS, seguramente para abrir y potenciar la discusión en medio de las ausencias y también para presionar el debate sobre lo que nos convoca regularmente (en espacios y círculos cerrados) a no dejar de ser una nación, unos seres y pueblos históricos necesitados de una empecinada condición de trascendencias, por fuera del mercadeo y del “combate” entre “buenos y malos”.
Aquí proponemos la discusión abierta y diversa, histórica y narrativa de nuestros tiempos, la locución de las estéticas y de las poéticas en todas sus expresiones. No nos quedamos en el suspenso y en la inflexión suspendida, todo lo contrario. Abocamos por una bocanada de pensamientos para imaginar a dónde vamos sin desconocer de dónde venimos. Porque no queremos dejar pasar de largo la historia.
Nos interesa el registro vital y vívido de lo que hacemos y pensamos. PÚBLICOS es, por ahora, un pésimo emprendimiento comercial, pero sí quiere ser un poderoso conocimiento colectivo de nuestras angustias y ensoñaciones, en un país donde el miedo y la muerte nos quieren dominar. Y así como en 1922 ese bautizo de sangre de la clase obrera desató las “venas abiertas” de la generación del 30 y las vanguardias de ese Ecuador, hoy podríamos soñar con mirar al siglo XXI, a esta tercera década como un campo, ya no baldío, de oportunidades para repotencias nuestras culturas y nuestras sensibilidades.