Nuestra historia ha superado la tradición de evocar a los héroes y mártires, a las gestas y a las glorias como única condición de nuestro devenir. Hoy ya tenemos una complejidad que se instala en nuevos debates y reflexiones para entender lo que somos.
Y eso está también en el centro de otra disputa: ¿a quién y a qué defendemos como patrimonio cultural e histórico de un país diverso, multiétnico e intercultural? ¿Estamos de acuerdo con aquellos que defienden los monumentos y los bustos de esos héroes y mártires? O para peor: ¿será que se ha instalado en ciertos imaginarios que hasta los adoquines son parte de un patrimonio que no puede ser tocado o de esos espacios considerados “sagrados” donde además solo pueden entrar, construir o habitar determinadas clases sociales?
Bien podríamos imaginar un nuevo debate para salir de esas preguntas. Y podría instalarse desde dos temas que están, hoy por hoy, ausentes de la discusión política. Es más: la política ha cambiado los relatos de qué discutir o no, junto a unos medios y unos “influencers” que asumen desde sus fobias o sentimentalidades lo que hay que posicionar como “conceptos” históricos:
1.- Somos una construcción constante de diversas narrativas alrededor de un solo asunto o temática: lo que somos ahora no surgió de una sola visión de la historia o de la realidad. Al contrario, estamos en ese horizonte donde hemos complejizado esa misma historia. En otras palabras, lo que llamamos patrimonio va más allá de una definición institucional o festiva tradicional.
2.- Más allá de las conceptualizaciones y categorizaciones (válidas para la información académica y la formación profesional en estos campos), tenemos ahora un conjunto de grupos sociales, comunitarios, “tribus urbanas”, organizaciones populares de todo tipo, que han desarrollado dinámicas culturales, independiente de los “cánones” oficiales y de las élites. Y para ello han tenido, sobre todo, que resistir. De esa resistencia podemos ya constatar expresiones variadas. Incluso, de a poco, han adquirido una presencia en la vida cotidiana.
Entonces, el debate se perfila en esas dos temáticas. Siendo así, en esta ocasión queremos proponer una lectura abierta, atenta, polémica y, sin descontar, inacabada. Por ello hemos trabajado en este número de PÚBLICOS. Y por eso, además, invitamos a que sea un punto de partida en tiempos de conservadurismo, de esa lógica mercantil donde no caben otros valores que la rentabilidad y la “capitalización” de toda acción histórica y cultural.
Lo que hoy cuenta es cómo hacemos de nuestras sociedades, de nuestras culturales y de nuestros desarrollos se proyectan desde las tradiciones sí, pero también de lo que hacemos diariamente, como seres humanos, sometidos a unas tensiones y a unas violencias que también han generado nuevas narrativas y hasta expresiones supuestamente artísticas, que no son más que la reproducción de lo que ya vivieron otros países desde los ochentas del siglo pasado.
por Públicos
Revista de arte y pensamiento