Conversaciones alrededor de los festivales con Vanessa Bonilla

25/07/2025

Autor/a:

por Públicos

Esta edición, como todas las anteriores, nos invita a nuevas reflexiones. Al pensar en quién podría acompañarnos en este espacio de diálogo, una de las primeras personas que vino a nuestra mente fue Vanessa Bonilla. Más allá de los encuentros virtuales, queríamos propiciar un acercamiento directo con ella. Vanessa es comunicadora, investigadora y gestora cultural, con una trayectoria que resuena, y con fuerza, entre quienes piensan y hacen la gestión cultural en esta ciudad.

Y así, cruzamos el mensaje de WhatsApp de presentación, la llamada de invitación y coordinación para conversar, hasta el día en el que acordamos vernos y reconocernos. Empezamos con ese abrazo de: por fin nos conocemos personalmente, luego hablamos un poco de este proyecto editorial que es Revista Públicos, de lo complejo que es sostener proyectos culturales en el país, hasta centrarnos en el eje temático de la edición 14: ¿Para qué sirven los festivales?

Vanessa señaló de entrada que los festivales deben ser entendidos desde la democratización de accesos. Los festivales deberían llegar a lugares donde la cultura es esquiva. Llevar música, cine o cualquier otra expresión artística a territorios debe ser clara con lo que se lleva, pero también debe alimentarse de lo que está, de lo que estos lugares brindan. La cultura siempre se debe pensar desde el intercambio, sostiene. 

Es crítica con algunos temas que están presentes en los festivales, entre ellos: los estereotipos, pensar que algo es para el sur, para el norte, el centro desde una mirada clasista, la falta de diálogo y coordinación entre quienes organizan los festivales: instituciones públicas, privadas y productores, los medios de verificación: miradas solo cuantitativas con la única intención de justificar presupuestos y ejecución, limita el análisis, y también la burocracia para gestionar los permisos: no todos los eventos son iguales, es necesario entender esto, es decisivo tener menos instituciones de control y sanción y contar con instituciones aliadas que acompañen y den soporte en estos procesos.

La mirada reduccionista de las instituciones para medir el impacto y los procesos levantados por festivales y la gestión cultural en general es una crítica recurrente. No hay procesos administrativos a nivel del Estado que entiendan el quehacer cultural. No se puede pensar a las instituciones culturales igual que una institución dedicada a la construcción, por ejemplo. Esto, de acuerdo a las reflexiones con Vanessa, demuestra la falta de políticas públicas culturales y que las instituciones no están trabajando por cambiar esta realidad, que quienes lideran estos espacios no centren sus preocupaciones o acciones a los intereses de los gobiernos de turno o reduzcan su gestión a las necesidades de ciertos grupos o sectores de la cultura, y también es un problema no contar con perfiles idóneos a los cargos que ostentan. Aquí también anota otro gran problema, la falta de memoria institucional, el famoso “borra y va de nuevo” que se vive en cada administración. 

Esto merma los procesos de transparencia y participación. Actualmente, al ingresar a la página del Ministerio de Cultura y Patrimonio o del Instituto de Fomento a la Creatividad e Innovación no cuentas con información, de manera fácil y clara, de cuántos festivales hay en el país, cuántos se realizaron el año pasado o en años anteriores, cuáles son o fueron sus propuestas curatoriales, su cartelera y otros temas relacionados, desde la mirada de investigadora y comunicadora, Vanessa acota que este es un gran problema. Esta información es vital para pensar en propuestas en las que se analice la oferta y la demanda que existen en las ciudades, en las provincias y en el país. 

Ella sostiene que postular a las líneas de fomento de las instituciones públicas dependen en más de una ocasión a los capitales simbólicos, sociales, culturales y económicos que tienen quienes postulan. En el sector cultural tener conocimiento sobre el desarrollo de proyectos y procesos es un privilegio al que no todos los artistas y gestores tienen acceso y esta problemática real no tiene respuesta por parte de las instituciones públicas. No solo se debe proporcionar información, se debe levantar una metodología de acuerdo a las realidades de los territorios y sus habitantes, entender este país desde la clase y sus privilegios es necesario para desarrollar y ejecutar política pública.

Es urgente entender desde las instituciones, la demanda que existe, las agendas y la dinámica de cada ciudad, sostener procesos con una programación a la que la gente pueda asistir. Tener 300 eventos y muchos de ellos en un mismo día no es la solución. La idea no es competir entre unos y otros, es articular procesos donde todos puedan tener espacio para circular su trabajo, para compartir conocimiento y para formar públicos y un público activo que también pueda elegir qué quiere ver.La mirada general en el que se realizan los festivales puede resultar caótica pero como bien expone Vanessa, los festivales pueden llegar a dinamizar la ciudad, los territorios. La economía local y la de las y los trabajadores de la cultura se fortalecen a través de estos espacios, pero cada año los presupuestos se reducen para el sector social, para la cultura. Y con todo lo ya expuesto se debe pensar no solo en organizar festivales, también en crear las condiciones para que el sector independiente y autónomo cuente con espacios adecuados. La cultura se debe pensar desde otros lugares, entender que no hay una sola forma de hacer las cosas.

por Públicos
Revista de artes y pensamiento

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