Ir a un festival es entrar en una zona donde el tiempo se estira y la realidad se distorsiona. Te encuentras con amigos y amigas, con historias comunes, con canciones aprendidas de memoria, y al finalizar vuelves con algo distinto: un eco en el cuerpo, una certeza difícil de explicar.

 

Ir a un festival es entrar en una zona donde el tiempo se estira y la realidad se distorsiona. Te encuentras con amigos y amigas, con historias comunes, con canciones aprendidas de memoria, y al finalizar vuelves con algo distinto: un eco en el cuerpo, una certeza difícil de explicar.

 

Allí estás, entre miles, solo y acompañado, buscando en tu memoria abriendo puertas que habías cerrado para siempre o que no sabías que existían. A veces te lleva al pasado, a un lugar donde todo parece tener sentido por un instante. Te convierte en parte de algo colectivo y a la vez íntimo y personal.

 

John Berger, decía: “ver juntos puede ser una forma de soñar juntos”, quizás en medio de una canción se pueda soñar despierto, cantar, bailar, y dejarse ir libremente.

 

Esto no intenta explicar nada, ni dar respuestas. Cuando suena una canción que amas, el mundo se ensancha un poco. Y por un rato, somos capaces de creer -de verdad- en otros mundos posibles.

 

por Santiago Serrano
Fotógrafo

Fotografías: Santiago Serrano