Las letras de las calles

Las letras de las calles

 

Cuando uno piensa en una librería, es decir, un lugar donde venden libros, muchas personas imaginan lujosos locales, casi palacios estéticos y pretenciosos donde los libros se exhiben como piezas de museo, destinados a la admiración y el deseo de quienes aman las letras. Los nombres de estos palacios suelen evocar un aire intelectual, haciendo referencia a los libros del mundo o incluso a un «señor de los libros» (solo que con un nombre extranjero).

Las letras de las calles

 

Cuando uno piensa en una librería, es decir, un lugar donde venden libros, muchas personas imaginan lujosos locales, casi palacios estéticos y pretenciosos donde los libros se exhiben como piezas de museo, destinados a la admiración y el deseo de quienes aman las letras. Los nombres de estos palacios suelen evocar un aire intelectual, haciendo referencia a los libros del mundo o incluso a un «señor de los libros» (solo que con un nombre extranjero).

 

Sin embargo, para este artículo, decidí mirar en otra dirección: hacia aquellos lugares que no ofrecen cómodos espacios de lectura ni cafés frappé o mochaccinos descafeinados con stevia. Estos puestos de libros, que uno encuentra fortuitamente en las calles, a menudo brindan entretenimiento improvisado, perfecto para aquellos que deben esperar horas con un turno en la mano para hacer algún trámite burocrático.

 

Saben a qué me refiero: esos pequeños puestos en alguna vereda, a veces con libros nuevos, otras con ejemplares gastados por el tiempo, capaces de contar historias más largas que las que esconden sus páginas. Aquellos lugares en estos lugares en donde uno casi siempre encuentra inesperados tesoros y además de todo, a precios irrisorios.

 

Son estos sitios los que realmente llevan las letras a las calles.

 

Juan Carlos Cuastumal y la magia de los libros

 

En las transitadas callejuelas del Centro Histórico se encuentra uno de los personajes más interesantes y literarios que se puedan conocer. Mecánico automotriz de profesión, pero lector por pasión, cuenta que hace casi 40 años tuvo la «fortuna» de quedarse desempleado, hecho que, según él, tuvo la gracia de acercarlo a la lectura. Fue así que, gracias al apoyo económico de su esposa, Juan Carlos pudo establecer un pequeño puesto de libros en la esquina de las calles Venezuela y Espejo, donde comparte su pasión con los transeúntes, vendiendo libros a un precio promedio de 3 a 10 dólares.

 

Este humilde, pero ávido, promotor callejero de la lectura comenta: “Un libro es algo mágico, algo extraordinario”, y por eso, todos deberían leer, especialmente los jóvenes. A este respecto, hace una observación interesante: «De los libros se hacen muchas películas, pero cuando uno lee el libro, este es otro mundo».

 

Juan Carlos menciona que los libros aportan múltiples beneficios: “Ayudan a mejorar la memoria” y “se adquieren anécdotas bien bonitas”. Sin embargo, el principal beneficio que repite es: “Las personas que leemos tenemos diferentes pensamientos, no nos dejamos engañar”, es decir, fomenta el pensamiento crítico.

 

Cuenta que ha leído “muchísimos” libros de diversos géneros (literatura clásica, negocios, autoayuda, etc.), y que su primer acercamiento a la lectura fue con Quién se ha llevado mi queso, de Spencer Johnson, aunque con el tiempo llegó a leer La metamorfosis, de Kafka, y otras grandes obras.

 

Sin embargo, una de las frases que más me gustó, y recordaré de este personaje, fue: “Los libros son un tesoro; en ellos uno adquiere muchos pensamientos y, además de todo, uno los puede subrayar”.

 

María Rumiguano: explorando las tendencias de lectura en Quito

 

“Oferta de libros desde un dólar” es el llamativo letrero en el corazón del Centro Histórico de Quito, donde se encuentra la «Librería Universo Cultural», atendida por su propietaria, una emprendedora apasionada por los libros.

 

Desde este modesto rincón literario, ubicado en la intersección de las calles Venezuela y García Moreno, María ha observado de cerca las cambiantes preferencias de los lectores quiteños. Cuando se le pregunta sobre lo que más leen sus clientes, lo tiene claro: “La gente lee por temporadas”. Explica que hay momentos en que se venden más libros de literatura y en otros, más libros de marketing y negocios.

 

Según ella, esta fluctuación de preferencias está influenciada por el contexto social y económico. Es decir, en épocas en las que el mercado laboral se vuelve más competitivo, los libros de negocios y autoayuda dominan las ventas. Esta tendencia responde a la necesidad de mejorar las habilidades profesionales y personales. Claro que también reconoce que: “en temporada de clases, lo que más se vende son libros de estudio”.

 

Otro dato significativo es que muchas veces “la gente lee lo que está de moda o lo que ya es conocido”. Las personas mayores, por ejemplo, prefieren literatura clásica, “best sellers” o obras de “autores Nobel” según sus palabras. Estos libros tienen una estabilidad que los hace atractivos para quienes valoran la profundidad literaria y la permanencia en el tiempo.

 

Por otro lado, los jóvenes suelen inclinarse por géneros como el romance, las grandes sagas de ciencia ficción y fantasía, así como las biografías de youtubers. Este grupo sigue de cerca las tendencias impuestas por las redes sociales y plataformas digitales, donde estos géneros y personajes de la cultura pop tienen una presencia dominante.

 

Marco Gualoto y la Librería Itinerante: el reto de llevar la cultura en movimiento

 

En un contexto donde las librerías tradicionales esperan que la pasión por las letras haga que los clientes lleguen a sus puertas, este singular puesto de libros ha apostado por una modalidad diferente: “acercar las letras a sus clientes”. Así es, una librería itinerante.

 

Marco, quien está a cargo de este puesto móvil, perteneciente a su hermano, recorre la ciudad llevando conocimiento y cultura a varios rincones. Algo curioso de este emprendimiento es su manera de funcionar, que recuerda mucho a la de un circo: una vez elegido el sitio y tramitado el permiso municipal, se monta una librería de considerable tamaño. Transcurridos 15 días, desmontan todo y se trasladan a una nueva ubicación.

 

Marco menciona que esta decisión no responde solo a la innovación, sino también a la necesidad de adaptarse a las dinámicas del mercado. “La razón por la que somos itinerantes es porque, luego de un tiempo en un solo lugar, las ventas bajan”. Por eso, se mueven para atraer a nuevos clientes y mantener el interés por los libros, aunque admite que no es una tarea fácil.

 

A pesar de todo, Marco sigue adelante con la esperanza de que su esfuerzo sirva para mantener viva la lectura en la ciudad. Mientras tanto, sigue moviéndose de un lugar a otro, llevando consigo esos 5.000 libros que, en sus palabras, “son la puerta a la cultura”.

 

por Gerónimo Moreano

Periodista y realizador audiovisual

Fotografías: Gerónimo Moreano