Al sur el cielo está en todas las portadas

25/07/2025

Autor/a:

por Públicos

Atención, aquí comienza la historia que no te contaron en la radio oficial, nace en el asfalto caliente del sur de Quito, bajo los graffitis que gritan verdades y entre cables que cuelgan como lianas de selva urbana. El festival Al Sur del Cielo es el eco vivo de una ciudad que no pide permiso para hacer cultura. 

La Concha Acústica de la Villa Flora en 34 ediciones, no solo ha sido escenario: ha sido santuario, ring, tribuna y altar. No hay VIP ni zonas exclusivas. Todo el mundo entra por igual, y si llueve, pues se baila bajo el aguacero. 

Sí, gracias a sus recordados y principales gestores y promotores, Diego Brito y Pablo Rodríguez que no dejaron morir al rock, se han tocado himnos con guitarras rotas, amplificadores prestados y una voluntad de acero inoxidable.

Un festival gratuito, hecho con uñas, amor y parlantes prestados, que ha sobrevivido apagones, recortes, pandemias y hasta la indiferencia institucional. ¿Cómo? Con voluntad colectiva. Con vecinos que ofrecen sus casas, con artistas que tocan por convicción y con público que llega como si fuera carnaval.

Reúne desde metaleros veteranos hasta punks adolescentes, familias enteras, poetas callejeros y viejos melómanos que aún coleccionan vinilos. 

Decenas de bandas han pasado por aquí, algunas ya no existen, otras viven en las playlist del barrio. Cada edición ha sido documentada en libretas escolares, carteles hechos con stencil, panfletos repartidos en buses y ahora también en redes sociales que aprendieron a hablar con jerga barrial.

El festival promueve el rock ecuatoriano sin prejuicios, con el gran esfuerzo de la Corporación Rockero Cultural Al Sur del Cielo, que busca la inclusión y la hermandad, a través del arte.

La música aquí no es fondo: es motor. Pero el arte va más allá de la tarima. Hay poesía urgente, teatro callejero, muralismo de protesta, trueques de libros, tatuajes improvisados, y abrazos gratis. 

Cada 31 de diciembre se enciende con luces de celulares y estrellas, uno entiende que esta fiesta no solo celebra la música, sino la memoria, la identidad y el poder de estar juntos.

Invitados han venido de otras provincias e incluso del exterior, pero el alma sigue siendo la misma: barrial, frontal, irreverente y profundamente humana.

El verdadero milagro no está en el volumen de los parlantes, sino en la fuerza invisible que hace que cada año, sin importar la situación del país, el festival regrese. 

Lo sabemos, no hay campaña electoral que lo prometa, pero siempre vuelve. Como el aguacero quiteño de diciembre, como la esperanza. Y en eso, queridx lectorx, tienen toda la razón.Oiga bien amigx lectorx, si usted quiere entender el alma del sur, no busque documentos. Vaya al festival. Ahí está todo: el ruido, el arte, el barrio, la historia y el corazón latiendo al ritmo de la distorsión.

por Públicos 
Revista de artes y pensamiento

Artes y pensamiento