No escatima respuesta y su mirada se afirma en cada frase. Su ternura, -es muy expresiva cuando baila como cuando se ríe- es una de las particularidades de su modo de ver la vida, de hacer amigos, de pensar y pensarse en este país que llamamos Ecuador. Eso no evita su postura política, firme, frente a la realidad, a la cultura en general y al mundo. Muy activa por la defensa de los derechos humanos, de la soberanía y de la integración latinoamericana, María Luisa González ha recorrido el planeta, pero sobre todo Ecuador desde su geografía, sus pensamientos, sus autores y creadores, para sentir de otros modos la historia, en sus 54 años de vida artística.
No ha sido ajeno verla en las plazas públicas, no solo en los teatros cerrados o de élite. Su devenir en el arte, la danza en particular, tiene un sentido popular y también femenino en toda su extensión. Y desde sus inicios eso ya la marcó: en 1969, con 16 años, ingresó al ballet de Marcelo Ordóñez, para descubrir el folclore y la danza clásica, como una de sus pasiones y realizaciones. Cuando ingresó al ballet de la Casa de la Cultura, bajo la instrucción de Noralma Vera, pasó a una etapa donde forja la libertad de la danza moderna y se asume como uno de los referentes en América Latina.
“La danza siempre fue lo suyo. En los tempranos años de la adolescencia empezó a descubrir que bailar le proporcionaba inmensa satisfacción y, sobre todo, le abría la mirada hacia un mundo distinto al de su cotidianidad. Quizá por su carácter reservado encontró en los misterios de Tepsícore la posibilidad de expresarse con mayor espontaneidad”, dice la periodista y escritora María Eugenia Paz y Miño.
Nos recibe en su departamento, con sus gatos, sus libros, la fragancia de su café y la sencillez de vivir para un arte y una sociedad que cada día se complejiza por las nuevas tecnologías, públicos sin mucha formación y también por la pérdida de ese trabajo comunitario y colectivo entre los artistas, muchos de los cuales ahora se someten al mercado y al individualismo.
¿Qué ha cambiado de lo que pensaba que era la danza? ¿Cómo se siente en ese arte que se expresa con el cuerpo?
Ha cambiado un montón, porque cuando yo empecé era adolescente, todo era una maravilla, un disfrute, pero en el devenir de la historia mía y de mi experiencia (con 54 años ya) va cambiando y qué bueno que ha cambiado. Básicamente porque yo ahora no puedo entender la danza fuera de algo que antes tenía intuitivamente y ahora lo entiendo mejor: el cuerpo en movimiento tiene una postura política. Ahora me asumo desde ese lugar y yo veo que no es una cosa que ahora lo pienso y lo desarrollo desde la teoría, sino que ha sido todo un proceso.
¿Políticamente qué expresa su cuerpo?
Tiene que ver con la estética, no está fuera de la estética. Lo que intencionalmente uno quiere que se transforme, como sujeto artístico, está contribuyendo al desarrollo político. Lo que no te pide que se establezca como tal, también tiene otro sentido político. Esencialmente me interesa eso.
Una de las cosas que más se discute, en esta época, es que el arte es ajeno a la política y que la artes son como una burbuja dentro del conflicto político. ¿Por qué la danza no se manifiesta como una expresión política?
Nosotros somos producto de la época y de donde estamos, pero es demasiado fuerte esta otra corriente individualista. Y en la danza, sobre todo, hemos trabajado la necesidad también de lo sensitivo, pero nos quedamos solo en lo sensitivo. Ese es el peligro. Y yo digo, como otros tantos autores, que todo lo que está en el cuerpo, todo el cuerpo, está frente al otro en una situación dada. No puede estar fuera de eso, pero también habla de que el cuerpo, el momento en que empieza a expresarse como tal, ya no solamente está situado en un lugar de enunciación, debe tener un lugar desde dónde se expresa y eso en el arte aparece.
¿Cómo construye su obra? ¿Cómo la construye en la cotidianidad, pues un ser humano y un artista en particular tiene presiones, tensiones, preocupaciones? ¿Cómo termina ese proceso? ¿Lo vive intensamente? ¿Le cuesta mucho trabajo?
Sí. Bueno, yo digo que una obra me quita el sueño y me hace soñar. Literalmente, mi obra se va construyendo desde ese espacio tiempo, de estar sola, en solitario imaginando. Siempre visualizo. Me viene una cosa a la mente, pero normalmente parto de algo que me quita el sueño. Por ejemplo, La mirada del ángel nació de la necesidad de hacer una obra a partir de una tesis filosófica, de un autor como es Walter Benjamin, sobre el cuestionamiento de la historia. ¿Pero de dónde nació la primera idea? Conocí a Bolívar Echeverría en un curso y me pareció tan brillante y tan humilde. Y este hombre tan sabio y tan humilde, me atrapó. Después fui a leer a Walter Bemjamin y encontré un montón de cosas que me hacían llorar. Y yo cuando sueño lloro,verdad, todavía lloro.
Cuando alguien escribe un cuento o un poema tiene la posibilidad de revisar lo que está haciendo, lo lee mil veces, le da a alguien… ¿Cómo ocurre con el cuerpo en la danza que está expresándose ahí y no se ve necesariamente?
Se requiere mucho tiempo. Yo me doy mucho tiempo. Como cuatro meses, seis meses o más. Entonces llega un momento en que la obra en sí tiene individualidad por fuera del cuerpo, o sea para mí. Yo trato de escuchar ya la obra. Al comienzo soy yo en la búsqueda y el momento preciso lo que me mueve, lo que me conmueve, ya se va construyendo y vamos haciendo un tejido entre la selección de música, los silencios, los silencios corporales y los silencios musicales. Los textos como yo trabajo con danza teatro son los elementos importantes, los que son significativos, en un momento ya me dicen cosas, por fuera de mí, y ya está.
¿Y qué le dice el público?
Bueno, hay públicos y públicos. Soy agradecida con el público, pero también me doy cuenta que ya no viene tanto público. Yo tenía un montón de público, llenaba teatros, lo digo humildemente, pero eso ya no pasa.
¿Qué espera del público?
Me he dado cuenta que mi propia percepción y mi propio relacionamiento con el público ha ido cambiando. Antes sí, quería los aplausos…
Tenía muchos aplausos, muchísimos…
Muchísimas gracias, pero sí me ha tocado también ya olvidarme del público, porque finalmente yo trabajo con una obra, que quiero que llegue al público. Ese es el objetivo. Yo no bailo para mí solita, pero cuando estoy en el escenario ya me olvido del público, así como me olvido de la técnica. Me olvido del público, me olvido del vestuario, me olvido de todo. Quiero vivir el momento, el que vive también el público, compartir la vivencia. Ya no estoy preocupada, al quitar esa preocupación eso nos permite vivir y vivir bien.
¿Qué es para María Luisa González desarrollar algo creativamente y ponerlo en acción?
La acción es un momento muy complejo, porque pasar a la acción en el campo filosófico quiere decir que cuando acumulamos un montón de pensamientos o varios materiales, pasar a la acción es lo más difícil porque nos hace responsables de un proceso en el que involucra otras cosas. Hay un contexto social. Ahí hay más personas. Hay un relacionamiento con otros. Ese relacionamiento hace que se transforme ese algo. La acción te lleva a la transformación.
Si eso ocurre, ¿en qué momento la memoria del cuerpo se va a expresar o cómo se va expresando esa memoria del cuerpo, de la que suele hablar?
Todo el tiempo va cambiando, transformándose, pero el tema es cómo se comporta el cuerpo frente a un hecho o una acción. El cuerpo es maravilloso y tiene vida propia. Entonces hay cosas en las que uno cree, que ya lo tiene, como un camino dado, pero hay otras cosas que tiene su propia autonomía y se enlazan con esa vida interna, espiritual, de memoria o social. Yo lo que percibo es que debemos salirnos de ese esquema porque como sociedades colonizadas que nos obligan a poner el cuerpo desde un esquema colonial. Lo que yo pienso es que nos corresponde ser lo más honestos con el momento en que uno se expresa desde el propio cuerpo. Y eso, para mí fue tener un montón de equivocaciones y tropiezos. La metáfora sería tener un montón de caídas, pero lo chévere del cuerpo es que hay que volver a levantarse.
Dijo hace un momento que ya no hay público, parecería que hay escenarios vacíos mientras existen conciertos de música urbana con multitudes… ¿Cómo interpreta este vaciamiento del público en la danza?
Es muy sencillo. En Ecuador todos los procesos artísticos académicos se han divorciado de los procesos educativos. Lo que no ha pasado en México, en Argentina, en Chile o en Brasil. Pero todo eso se desarrolla desde las escuelas y se fortalece desde ahí y, entonces, se genera un movimiento particular, porque las nuevas generaciones tienen nuevos pensamientos y se cuestionan el arte. Pero hay otras cosas más. Aunque no es cierto que en el Ecuador se ha dejado a un lado las escuelas, se crean o se cierran, pero lo fundamental es que se quitan presupuestos, además de que no hay diálogos entre las compañías y las escuelas para generar una dinámica colectiva frente a las dificultades y también frente a la ausencia de recursos.
Y en todo esto cabe la pregunta: ¿cuál es el rol de de los artistas, del gremio, en colectivo, respecto a las políticas culturales?
Pasa que nosotros desde hace más de una década hemos ido perdiendo ciertos espacios que sí se fueron construyendo, como los gremios, los encuentros de las agrupaciones. Los colectivos sí funcionaban. Es complejo el tema, porque más allá de eso, los artistas individualmente tenemos que seguir trabajando, aunque sea como hormiguitas. Ya no nos cobijamos en esos colectivos, pero hay que crear comunidad, hay que crear aunque sea de dos en dos, hay que crear comunidad porque la tendencia posmodernista, capitalista en fin, es fragmentar. Y el arte no es ajeno a eso. Entonces, como me golpea tanto la realidad, lo que hago es volverme solitario en mi cosa inmediata. Nos vamos individualizando, ahora somos nuestros propios empresarios, nos autoexplotamos, etcétera. Sí hubo una época importante en teatro con los gremios. Ahora no, no funcionan, no, no nos cobijan.
Así tratamos de cerrar una entrevista que bien podría ser una conversación que toma horas, sin perder el disfrute y la pasión de la palabra y el pensamiento de María Luisa González, la Maestra María Luisa González.
por Públicos
Revista de artes y pensamiento