La acción que devuelve las palabras

25/12/2024

Autor/a:

por Públicos

En política, como en el arte y la ciencia, buena parte de lo que pensamos no termina en una ejecutoria o no siempre se concreta en una obra o una acción política o un fundamento para la consecución de un objetivo científico. Y aunque suene a lugar común, este es uno de los mayores desafíos de quienes asumen esas tareas, particularmente en las artes y en la gestión cultural.

Atravesados por las tensiones y presiones de la competencia, del mercado, de la tecnología (ahora de lo que puede conllevar la Inteligencia Artificial), también la acción se ha convertido en una exigencia vertiginosa. Esto ha dejado de lado la “maceración” de la obra, la lentitud del proceso que haga posible un resultado, una concreción de las palabras en algo que vaya más allá de esas presiones y tensiones.

El tiempo juega su papel, pero también lo hace el deseo de exponer, bajo la premisa de que quien no expone y no exhibe, no existe. Y no basta con un libro, una pintura o un “algo único”. También esas presiones están obligando a que apenas concluye un trabajo ya debe salir el otro, pues la oferta -diversa y apabullante- puede opacar la obra más sustancial que siempre requiere de tiempo para constituirse en una propuesta más allá del mercado y de la coyuntura. Por eso ahora los “tiempos” son ajustados y entre el pensar y el hacer quedan márgenes demasiado estrechos. 

De ahí se entiende lo que menciona Byung-Chul Han, en El aroma del tiempo:

“La aceleración actual tiene su causa en la incapacidad general para acabar y concluir. El tiempo aprieta porque nunca se acaba, nada concluye porque no se rige por ninguna gravitación. La aceleración expresa, pues, que se han roto los diques temporales. Ya no hay diques que regulen, articulen o den ritmo al flujo del tiempo, que puedan detenerlo y guiarlo, ofreciéndole un sostén, en su doble sentido, tan bello. Cuando el tiempo pierde el ritmo, cuando fluye a lo abierto sin detenerse sin rumbo alguno, desaparece también cualquier tiempo apropiado o bueno”.

Filosóficamente, por el contrario, en ese paso del pensar al hacer somos otra cosa. Del deseo al hecho hay más densidad de tiempo y por eso hay obras que (como Platón necesitó de diez libros para convencer, por ejemplo, de que la justicia es importante para la felicidad) solo se hacen en el devenir, en la mirada de unos otros que no siempre son los contemporáneos o con quienes dialogamos directamente. 

Hoy mismo, en medio de crisis múltiples, la realización artística, académica, cultural y profesional ya no basta con el deseo, el pensar o el querer, hay obstáculos que gravitan alrededor de su imposibilidad. De ahí que el debate sobre lo que se puede hacer, en medio de esas crisis, también obliga a apuntar a eliminar al individualismo, al falso emprendimiento personal o particular, sino en la realización colectiva y en el trabajo comunitario. 

Esperamos contar con otras fuentes de realizaciones que partan de políticas públicas y de recursos suficientes para que no sea una competencia atroz o un “apalancamiento” de “contactos” y “conectes” que ya sabemos a quienes benefician y a quienes marginan, todo el tiempo. 

por Públicos
Revista de artes y pensamiento

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